Su testimonio incomoda a quienes ven cálculos electorales detrás, incluso como asechanza al fiscal Llaven. Más allá de intrigas, lo urgente es escuchar: la violencia siempre cobra factura.
TAROT POLÍTICO/Amet Samayoa Arce
La llegada de Juan Pablo Escobar, hijo del tristemente célebre Pablo Escobar Gaviria, genera en Chiapas lo que en política llaman sobresaltos e insidias. Era de esperarse porque el apellido resulta dinamita pura. Sin embargo, el mensaje que trae no es la apología de la violencia ni la exaltación del narco; al contrario, su testimonio está marcado por la tragedia, la orfandad y la vergüenza de haber crecido en medio de un ambiente de sangre y cocaína. Lo que propone Escobar Henao es simple y brutal, contarles a los jóvenes que no hay gloria en el crimen. Que ser delincuente no es un destino, sino un error que cobra vidas, que destruye familias, que deja un reguero de cadáveres y miserias. Él lo sabe porque lo sufrió en carne propia. Y esa vivencia lo ha convertido en conferencista itinerante, recorriendo estados, países y auditorios donde lanza un mensaje incómodo pero necesario: el narco no tiene final feliz.
El narco no tiene final feliz
En Chiapas, donde la pobreza se entrelaza con la tentación de la vida fácil con acciones ilícitas, este tipo de conferencias son más urgentes que nunca. La juventud chiapaneca necesita espejos reales, no series de Netflix que mitifican a capos como si fueran grandes héroes. Escuchar a quien fue hijo del “patrón del mal” puede ser más contundente que cualquier sermón oficial o campaña de gobierno. Claro, no faltan los que envenenan el ambiente. La llegada de Juan Pablo Escobar se interpreta en ciertos círculos políticos como una jugada perversa.
La asechanza al fiscal Llaven
Y en ese terreno de suspicacias aparece el nombre del fiscal Jorge Luis Llaven Abarca, quien, por gozar de la confianza del Jaguar, inevitablemente atrae la envidia de sus adversarios. Como siempre, Chiapas convierte un evento social y reflexivo en campo de batalla política. La pregunta es: ¿por qué incomoda tanto que alguien venga a hablar de paz, de no violencia, de prevención de adicciones? La respuesta está en la pequeñez de los que ven detrás de todo un cálculo electoral o una oportunidad para atacar al fiscal. Mientras tanto, la realidad sigue ardiendo, jóvenes enganchados, familias deshechas, comunidades enteras atrapadas en la violencia silenciosa del narcomenudeo. Que llegue Juan Pablo Escobar a Chiapas no debería ser motivo de escándalo, sino de reflexión. Ojalá sus palabras resuenen más que los gritos de los envidiosos. Porque si algo necesita este estado es un mensaje claro: el crimen no paga, y la violencia siempre cobra su factura.
De Tarot y Adivinanza
Qué tanto miedo hay de que la verdad incómoda se escuche en voz de quien la vivió desde la cuna? …Servidos.
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