¿Será que Toño Orantes de Villa de Las Rosas, hijo del cacique cañero Chus Orantes, logrará evadir la guillotina implacable?
TAROT POLÍTICO/Amet Samayoa Arce
En Pantelhó, ocurrió la caída de casi tres décadas de control del clan Herrera. Ahí, donde el 98 por ciento de la población es indígena, el cacicazgo dejó una estela de muertos, heridos y desaparecidos. Se relata que familias completas desde abuelos, padres, hasta nietos fueron atrozmente asesinados; más de 180 cadáveres que aún pesan sobre la memoria colectiva. Ante esta violencia criminal se alzó el grupo de Los Machetes que llevó al triunfo a Julio Pérez Pérez, que tristemente perdió a su hermano de sangre en la lucha contra quienes destentaban el poder impunemente. El domingo pasado se decretó el fin de esa era oscura. Se acabó la herencia del poder porque el pueblo dijo basta. Y lo más importante es que el mensaje no es solo para Pantelhó. Es un recordatorio nacional, pero sobre todo chiapaneco de que se acabó el tiempo de los caciques que se creen dueños de los pueblos.
Las barbas a remojar después de Pantelhó
Porque hoy en Chiapas el escenario es distinto. No gobierna un administrador de negocios turbios ni un “candil de la calle y oscuridad en su casa”. Hoy gobierna un político que se ha asumido como Jaguar: Eduardo Ramírez Aguilar, que con estilo sensible y humano, no está dispuesto a tolerar que las familias caciquiles sigan exprimiendo el erario y pisoteando a los más pobres. Por eso más de uno debe estar poniendo las barbas a remojar. No solo los Herrera que ya mordieron el polvo. También el clan del “amigo Migue” en La Concordia, Miguel Ángel Cordova y sus hijos Mike y Emanuel que están acostumbrados a mover los hilos como si fuese dueño de vidas y comunidades de ese municipio Fraylescano. Limber Gregorio Gutiérrez en Tila, que todavía cree que puede manejar el municipio como si fuese rancho personal. El inefable Manuel Narcía Coutiño, el “Manaco” de Tonalá, experto en enriquecerse del erario con descaro tropical. Y no olvidemos a Francisco Javier Chambe Morales en Coita, cuya habilidad para atornillarse al poder ya caló feo. O la dupla inseparable de Alexis Nucamendi y Jorge Lara en Suchiapa, que ya parecen matrimonio político en sociedad con la corrupción. Mención aparte merece Mario Antonio Guillén Domínguez, el famoso “Sr. Fox” del caballo de millón de pesos… todos cortados con la misma tijera. Se trata de familias que se reparten municipios como si fueran herencia, como si los cargos públicos fueran patrimonio privado.
Que se atrevan a retar al Jaguar
La diferencia hoy es que El Jaguar no está dispuesto a seguir el juego. Su gobierno ha demostrado que la sensibilidad social no es discurso hueco. Ahí están las finanzas reestructuradas, ahí están los programas que comienzan a reconstruir la confianza ciudadana, ahí está el mensaje claro: no más caciques. El tiempo de los clanes se terminó, y quienes no lo entiendan, se van a topar de frente con un pueblo cansado y con un gobernador que no tiene miedo de enfrentarlos. El 2027 será la gran prueba de fuego. Y ahí, cada clan deberá decidir si se jubila con dignidad o si se aferra hasta morir políticamente en la raya.
De Tarot y Adivinanza
¿Será que Toño Orantes de Villa de Las Rosas, hijo del cacique cañero Chus Orantes, logrará evadir la guillotina implacable? … Servidos.
