El alcalde de Tuxtla, Ángel Torres Culebro, enfrenta críticas por el puente atirantado del libramiento norte-oriente, señalado como un proyecto costoso, mal diseñado e innecesario.
TAROT POLÍTICO/Amet Samayoa Arce
El alcalde tuxtleco Ángel Torres Culebro, mejor conocido como “el caído”, está como nunca antes entre tirantes. No solo porque la presión ciudadana lo acorrale. sino porque su capricho faraónico del puente atirantado en el libramiento norte-oriente a la altura de La Torre de Tuxtla, se le viene abajo -como los domos- en todos los sentidos: político, técnico y moral. Un proyecto innecesario ejecutado, costoso y mal diseñado, que no obedeció a ninguna lógica urbana sino al burdo protagonismo de un abogado que jugó a ingeniero o arquitecto con el dinero del pueblo desde la Secretaría de Obras públicas. Para convencer a su entonces jefe político, Rutilio Escandón, “el caído” se vendió como visionario y moderno. Y lo que entregó fue un mamotreto que el 15 de septiembre volvió a exhibirse con una grieta de 50 centímetros. La ciudad no celebró, se indignó.
La grieta del puente, exhibe capricho de mil millones
Expertos lo dijeron desde el inicio, pero hubo oídos sordos. Este tipo de puente atirantado es para claros de gran longitud, por ejemplo como el de La Concordia, no para Tuxtla. Pero “el caído” eso le valió e importó un comino porque cuando de negocios se trata, la técnica sobra. Casi mil millones de pesos costó el capricho y su burda lucidez modernista. ¿Cuánto le representó en utilidad a la constructora ALZ? ¿Cuánto se embolsó “el caído? Es de suponerse que la tajada no fue menor, eso nadie tiene duda aunque no lo podemos probar. Y lo peor está por venir porque los asentamientos continuarán y el puente exigirá mantenimientos periódicos carísimos, con materiales de neopreno que cuestan caro. Pregunta clave: ¿está vigente la fianza de garantía? Y si existe, ¿por qué el municipio paga reparaciones y no la Secretaría de Infraestructura? El silencio oficial en este sentido lo dice todo. Pero “el caído” es consistente porque primero visibiliza el negocio, después el pueblo. El puente no es una obra de movilidad, es un monumento a la corrupción. Un recordatorio de cómo la ambición personal puede reventar a una ciudad entera. Tuxtla no necesitaba un puente atirantado. A estas alturas lo que se tiene es un alcalde caído en desgracia, sostenido apenas por los tirantes de su ambición y por una red de complicidades que tarde o temprano se van a romper. Una cosa es segura: los tirantes se tensan, pero también se revientan.
De Tarot y Adivinanza
Se confirma que ALZ construyó el puente atirantado de marras. Y justamente es la misma empresa que se come “el pastel” del ayuntamiento en materia de obra pública. Le resulta esto sospechoso? Porqué no pasa nada en estos tiempo de CERO impunidad; “el caído” seguirá burlándose de la Ley y del pueblo chiapaneco?… servidos.
