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Entre nuestros valores cívicos y los desatinos de los alcaldes

17 de septiembre de 2025
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Mientras Claudia Sheinbaum y Eduardo Ramírez encabezaron arengas solemnes, en Reforma, Tonalá y Escárcega los alcaldes se volvieron protagonistas por sus errores.

Mientras Claudia Sheinbaum y Eduardo Ramírez encabezaron arengas solemnes, en Reforma, Tonalá y Escárcega los alcaldes se volvieron protagonistas por sus errores.

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Mientras Claudia Sheinbaum y Eduardo Ramírez encabezaron arengas solemnes, en Reforma, Tonalá y Escárcega los alcaldes se volvieron protagonistas por sus errores.

MÁS ALLÁ DEL DISCURSO/Carlos Serrano

Una nueva historia se acaba de escribir en nuestro país con la ceremonia conmemorativa del Grito de Independencia y las recientes arengas pronunciadas por la presidenta Claudia Sheinbaum y el gobernador Eduardo Ramírez, cargadas de un profundo sentido patrio, lo que nos recordó que los símbolos, la historia y las tradiciones no son simples protocolos ceremoniales, sino el reflejo de los valores que sostienen a nuestra nación. El Grito de Independencia es, quizá, el acto cívico más significativo de la vida pública mexicana. En él, la sociedad no solo recuerda la gesta heroica de 1810, sino que reafirma su compromiso con la libertad, la justicia y la unidad nacional.

Por eso resulta tan lamentable que en municipios como Reforma y Tonalá, en Chiapas, o Escárcega, en Campeche, los protagonistas no hayan sido las familias reunidas en la plaza ni la emoción colectiva de gritar “¡Viva México!”, sino los errores monumentales de sus alcaldes, que pasaron a la historia no por su fervor patrio, sino por la incapacidad y la falta de respeto a un acto cívico que merece ser tratado con solemnidad.

En Reforma, el presidente municipal Pedro Ramírez Ramos permitió que, durante los festejos patrios, se portara la bandera nacional mientras se realizaba un baile exótico, lo que generó indignación y abrió un debate sobre el respeto a los símbolos patrios. En Tonalá, el alcalde Manuel de Jesús “Manaco” Narcía Coutiño, se convirtió en el centro de la polémica no por su arenga, sino por su abuso de autoridad: mientras presentaba al actor Jaime Moreno, una persona del público lo insultó y, en lugar de tolerar la crítica, ordenó a la policía detenerlo, mostrando un rostro autoritario en un acto que debía ser de celebración y unidad. Y en Escárcega, Campeche, el presidente municipal Juan Carlos Hernández Rath se hizo viral al confundir en su arenga a Josefa Ortiz de Domínguez con “Josefa Ortiz de Pinedo”, en un error que desató burlas y exhibió su falta de preparación.

No se trata de anécdotas menores. Equivocarse en la arenga, permitir la banalización de la bandera o abusar del poder en un acto cívico no son simples distracciones, son señales claras de falta de compromiso, de valores cívicos y de respeto a la investidura. ¿Cómo se puede pedir a la niñez y a la juventud que respeten y se enorgullezcan de su historia, cuando sus autoridades locales trivializan lo más esencial? Estos desatinos contribuyen, poco a poco, a una erosión cultural que se refleja en la pérdida de identidad y en la indiferencia frente a los símbolos patrios.

El contraste es aún más evidente si recordamos lo ocurrido apenas el año pasado, en 2024, cuando en al menos 20 municipios de Chiapas el Grito de Independencia tuvo que suspenderse por razones de seguridad y violencia. Fue un hecho doloroso que recordó cuán frágil puede resultar la vida pública cuando la inseguridad se impone sobre la convivencia ciudadana. Frente a ese antecedente, el 2025 representaba una oportunidad invaluable para reivindicar nuestras celebraciones patrias y demostrar que el pueblo sigue firme en su identidad. Por ello resulta doblemente preocupante que en algunas alcaldías el mensaje haya sido justo el contrario: frivolidad, improvisación y una desconexión con los valores que representan estas fechas.

En Chiapas, el gobernador Eduardo Ramírez ha marcado una ruta distinta. Su propuesta de “Chiapanequidad” busca rescatar los valores que nos identifican como pueblo, revalorar la historia y convertirla en motor de cohesión social. Con ello, se alinea al llamado de la presidenta Sheinbaum, quien ha insistido en la necesidad de recuperar el orgullo de ser mexicanos, no como un discurso vacío, sino como una práctica diaria que fortalezca la vida comunitaria y el tejido social.

La pregunta obligada es ¿qué pasa con los presidentes municipales? Su responsabilidad no se limita a administrar recursos o resolver problemas de infraestructura. Son, también, formadores de ciudadanía. Cada acto cívico en el que participan es una oportunidad para educar con el ejemplo, para sembrar respeto, orgullo e identidad. Cuando esa tarea se incumple con desdén o con torpeza, el daño es mayor de lo que parece, porque envía el mensaje equivocado de que los valores cívicos son secundarios, que la historia es prescindible, que el patriotismo puede reducirse a un trámite mal ensayado.

En México enfrentamos enormes retos de violencia, desigualdad y pérdida de cohesión social, por lo que es necesario contar con autoridades que eleven la dignidad de los actos públicos, no que los degraden. Si queremos que la juventud abrace con convicción su historia y se sienta parte de un proyecto de nación, lo mínimo que deben hacer quienes gobiernan es honrar los símbolos patrios con respeto y con seriedad.

El contraste entre la visión de estadistas como Claudia Sheinbaum y Eduardo Ramírez, frente a los tropiezos de algunos alcaldes, debería servir de lección. Mientras unos trabajan por rescatar el orgullo y la identidad, otros parecen empecinados en hundirnos en la improvisación y el ridículo. De ahí la importancia de no minimizar lo ocurrido, porque cada error en estos actos erosiona un poco más el respeto social hacia nuestra historia común.

Por tanto, la “Chiapanequidad” que hoy forma parte de la nueva ERA, no es solo un concepto político, es un llamado a la responsabilidad, al respeto y a la memoria. No se trata únicamente de evitar equivocaciones de forma, sino de asumir el compromiso de que cada ceremonia, cada símbolo y cada gesto oficial sean un recordatorio de lo que somos como pueblo. Y ahí radica el verdadero desafío: lograr que nuestras fiestas patrias fortalezcan la identidad y el orgullo, y que al mismo tiempo, proyecten la esperanza de que los valores cívicos sigan siendo el fundamento de nuestra vida en común.

Mientras Claudia Sheinbaum y Eduardo Ramírez encabezaron arengas solemnes, en Reforma, Tonalá y Escárcega los alcaldes se volvieron protagonistas por sus errores.
Mientras Claudia Sheinbaum y Eduardo Ramírez encabezaron arengas solemnes, en Reforma, Tonalá y Escárcega los alcaldes se volvieron protagonistas por sus errores.
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