Crítico implacable de gobernadores, rompió el monopolio del PRI en los 70 y pagó caro su libertad de expresión, pero nunca calló.
TAROT POLÍTICO/Amet Samayoa Arce
Confieso que este homenaje al doctor Valdemar Antonio Rojas López me toca fibras personales. No sólo por la iniciativa del gobernador Eduardo Ramírez y la decisión del Congreso de Chiapas de reconocerlo públicamente, sino porque se trata de un gran señorón, amigo de quien esto escribe y de esta casa editorial, Ultimátum, y que merece todo nuestro respeto y admiración. Hace poco lo recibimos en nuestras instalaciones y, a sus 97 años, volvió —como ayer mismo desde la tribuna del Congreso de Chiapas— a dejarnos lección de integridad y lucidez. Un hombre que no ha perdido la ironía ni el interés por la vida pública. Rememoró que los tuxtlecos nos ponemos traje sólo para casarnos o para morir, y “como no creo que alguien se quiera casar conmigo y como no me gusta morir, con respeto me despojo de este atuendo que me estorba”, dijo, y con la ayuda de la secretaria de Gobierno y Mediación, Paty Conde, y del presidente de la Mesa Directiva del Congreso, diputado Luis Ignacio Avendaño, quedó enfundado con camisa blanca.
IRÓNICO Y MORDAZ
Conozco —como muchos periodistas de antaño y también políticos de sexenio— su trayectoria y sé que lo suyo no fue el acomodo ni la complacencia. Periodista valiente, dueño del histórico periódico Estrellita del Oriente, lanzó críticas demoledoras a los gobernadores en turno. No tuvo piedad con Patrocinio González Garrido —¡ohhh y más ohhh!—, ni con Juan Sabines Guerrero, Manuel Velasco o Rutilio Escandón. A todos les señaló sus excesos y corruptelas con una pluma mordaz que jamás se doblegó.
Pero resalta del Dr. Valdemar Rojas que en los años 70 rompió el monopolio del PRI al ganar la alcaldía de Tuxtla con las siglas del PAN, derrotando al empresario Enrique Pastrana Pedrero. Después fue diputado local. Aquella victoria abrió la ruta que después transitaron Enoc Araujo, Vicky Rincón y su hijo Paco Rojas.
Su vida está hecha de verticalidad, de congruencia. Ha pagado caro su libertad de expresión: represalias, intimidaciones, su camioneta robada por hombres armados. Y, sin embargo, nunca calló. Nunca negoció con la verdad, porque la verdad no puede esperar.
Por eso este reconocimiento no es un regalo ni un acto protocolario, es apenas justicia. En tiempos en que la política se ha convertido en un negocio de oportunistas, Valdemar Rojas sigue siendo un referente incómodo, un faro de congruencia. Y lo digo con orgullo: tengo la fortuna de llamarlo un demócrata consumado amigo.
DE TAROT Y ADIVINANZA
Como era de esperarse, los rutilistas de hueso colorado que aún cobran como diputados locales se hicieron los desentendidos cuando el Dr. Valdemar Rojas le llamó “Inutilio”, que entregó a Chiapas al crimen organizado. Nombres: Jesús Domínguez, Javier Jiménez Jiménez, Uriel Estrada, por citar algunos. Y luego mencionaré a las diputadas, antes adoradoras del ahora cónsul general en Miami, Florida… servidos.

			
			