Hoy, de manera soterrada, “el caído” dará su informe de gobierno. No ha trascendido y nadie lo espera con expectativa. Y es lógico porque no tiene nada que informar.
TAROT POLÍTICO/Amet Samayoa
Apenas ha pasado un año y Ángel Torres Culebro ya logró lo que parecía imposible: posicionarse como el peor de los peores alcaldes de Tuxtla Gutiérrez, incluso por encima del más corrupto e inútil que fue Luis Fernando Cal Mayor Franco, discípulo de Manuel Velasco Coello, y eso ya dice mucho. Hoy, de manera soterrada, “el caído” dará su informe de gobierno. No ha trascendido y nadie lo espera con expectativa. Y es lógico porque no tiene nada que informar. Por eso, inicia la mañana con una “reforestación” en Copoya, como si eso maquillara el desastre. Esto, tarde y mal toda vez que los árbolitos se siembran al inicio de las lluvias, no cuando ya pasó la mitad del ciclo. Bueno pero después a las 10 de la mañana, encerrado en sesión de Cabildo, leerá lo que sus “asesores” le escribieron y, casi de contrabando, bajará al patio del Palacio Municipal para dar un mensaje que no trasciende porque carece de sustancia y porque el grupo de invitados aliados es reducido. El ex director del DIF y secretario de obras públicas de Rutilio Escandón Cadenas, Ángel Torres empezó mal y siguió peor: prepotente, abusivo, inepto, frívolo y corrupto. Su gestión es una cadena de errores y omisiones. Tan incapaz ha resultado que el propio gobernador Eduardo Ramírez Aguilar ha tenido que entrar al rescate en servicios públicos; el Fiscal Jorge Luis Llaven y el secretario Óscar Aparicio en seguridad. ¿Qué clase de alcalde necesita muletas en todos los frentes?
No gobierna, administra un botín
La realidad es que Ángel Torres no gobierna Tuxtla, solo la administra como botín. Es brazo visible del Grupo Tabasco en Chiapas, protegido de Adán Augusto López Hernández, quien lo impuso y lo respaldó como pieza política, pero que ambos están al borde del precipicio por el riesgo de que les caiga “la barredora”. Al final, el pueblo tuxtleco es el que paga las facturas de esta imposición y los vemos con las calles destrozadas, basura por todos lados, inseguridad en aumento y una ciudad convertida en rehén de un aprendiz de cacique que no tiene llenadera. Torres Culebro llegó con soberbia y negocios bajo el brazo. Un año después, solo queda el vacío de un gobierno sin rumbo, sostenido por la complicidad de un Cabildo y un Congreso que no logra ponerlo a la altura del gobierno humanista en marcha. Su informe no es más que un intento de tapar el sol con un dedo, pero Tuxtla ya huele la podredumbre y atraso.

			
			