El sur de México constituye con Centroamérica una región singular por su mega biodiversidad y riqueza cultural que posee un enorme potencial de desarrollo, que históricamente ha enfrentado la paradoja de ser un territorio pródigo en recursos, pero golpeado por profundas carencias.
COLABORACIÓN INVITADA/Juan Carlos Gómez Aranda
Mientras el señor Trump concede un respiro a México -ocupado en malabares diplomáticos y militares con Venezuela y Ucrania-, la presidenta Claudia Sheinbaum acertó al promover el reciente encuentro con los presidentes de Guatemala y Belice.
Fue una reunión productiva con dos países entrañables, con quienes tenemos no solo una historia en común y gestas épicas en la formación de nuestras naciones, sino también retos estructurales como la desigualdad social. Más allá de los desafíos, compartimos un mismo sueño: bienestar y trabajo digno para nuestros pueblos.
El sur de México constituye con Centroamérica una región singular por su mega biodiversidad y riqueza cultural que posee un enorme potencial de desarrollo, que históricamente ha enfrentado la paradoja de ser un territorio pródigo en recursos, pero golpeado por profundas carencias.
Basta medir la riqueza natural de la región mesoamericana; hoy, una selva de 5.7 millones de hectáreas, es el hábitat de más de siete mil especies de flora, cientos de especies de aves, mamíferos, mariposas y reptiles, así como deslumbrantes metrópolis arqueológicas y uno de los mayores reservorios de carbono de América. Todo ello en un territorio que concentra 12% de la biodiversidad mundial, con culturas vivas, maderas nativas y fauna emblemática: quetzales, guacamayas rojas, tapires y, según estimaciones, cerca de dos mil jaguares.
Estos bosques húmedos enfrentan amenazas crecientes: tala clandestina, saqueo y comercio ilegal de flora y fauna, y la presión de modelos de desarrollo insostenibles. De ahí la urgencia de impulsar alternativas productivas como el turismo ecológico y cultural comunitario, la agroecología y la ganadería regenerativa, que promuevan el bienestar e impulsen la economía local sin depredar el entorno.
Durante el último año, la diplomacia mexicana se enfocó casi por completo en responder al asedio desde el norte. Por ello, resulta alentador que hoy México mire hacia el sur con sentido estratégico.
Los acuerdos firmados por la presidenta Sheinbaum con Bernardo Arévalo de Guatemala y Johnny Briceño de Belice son una señal positiva que va más allá de la cooperación en materia de seguridad y empleo; abren la puerta a dos proyectos de escala internacional: la conservación de la Gran Selva Maya, un esfuerzo conjunto para preservar uno de los ecosistemas más valiosos del planeta y la promoción del Mundo Maya, que busca aprovechar la riqueza natural, histórica y cultural de la región, desde el legado prehispánico hasta su dinamismo contemporáneo.
El Gobernador de Chiapas, Eduardo Ramírez, trabaja para hacer viable la trifurcación naturaleza, cultura y economía.
En el primer proyecto, Chiapas puede consolidarse como referente regional en conservación ambiental, pues en los últimos meses ha dado pasos importantes como destinar más de 100 millones de pesos a la preservación de sus territorios, con una visión basada en microcuencas para lograr mayor efectividad. El reto es enorme porque la entidad cuenta con 81 cuencas hidrográficas y muchas de ellas se subdividen en numerosas microcuencas que suman más de 800, situadas entre montañas, volcanes, valles, mesetas, lagos, caudalosos ríos e intrincadas cañadas.
En el segundo proyecto, el Gobernador de Chiapas coloca como palanca el aprovechamiento de la riqueza natural de la entidad en su plan de promoción, como una oportunidad para impulsar el turismo de aventura, de naturaleza y regenerativo, hermanar universidades y bibliotecas, apoyar a artesanos, comercializar productos de la selva y difundir la gastronomía local.
La firma de estos acuerdos ocurre días después de que el INEGI publicara su informe más reciente sobre pobreza en el sur del país, revelando que estados como Chiapas y Oaxaca siguen registrando altos índices de marginación. Esta coincidencia subraya la urgencia de formular estrategias regionales integrales que atiendan los viejos rezagos y la seguridad fronteriza, acometiendo las causas estructurales de la pobreza que alimentan fenómenos como la migración.
En los primeros meses de su gobierno, el Gobernador Eduardo Ramírez ha puesto las bases para enfrentar estos desafíos: combate frontal a la inseguridad pública, construcción de infraestructura de desarrollo y, en la década de la restauración, arrostrar el deterioro ambiental con visión de microcuenca.
Mirar al sur es una estrategia diplomática y económica, pero, sobre todo, un acto de justicia histórica y de visión social compartida para construir un futuro más equitativo y sostenible en la región.

