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FEDERICO MAYOR

12 de octubre de 2025
in Opiniones
Hay mucha más dignidad en el mendigo

Hay mucha más dignidad en el mendigo

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Hay mucha más dignidad en el mendigo

José Antonio Molina Farro/Ultimátum

En 1999, tuve la oportunidad y el privilegio de ser invitado por Federico Mayor, a la sazón Dr. Gral. de la Unesco, para participar como conferenciante a un Congreso Internacional sobre Educación Superior. Lo hice en mi calidad de Rector de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Con su reconocida sensibilidad, sabedor de que estábamos presentes rectores de universidades pequeñas en lo cuantitativo, nos convocó a una reunión por separado en una pequeña sala, y compartió reflexiones muy interesantes con nosotros. No rehuyó a ningún tema ni a preguntas “incómodas”. Cito de memoria y también basado en apuntes.
En los albores del tercer milenio, no hay más mundialización que la de la pobreza. Hay que repetir a las superpotencias que no hay país tan grande que no pueda aprender ni país tan pequeño que no tenga algo que enseñar. Las fuerzas históricas dominantes siguen siendo la violencia y la guerra, por eso aconsejo en el marco de la Unesco “desarmar la historia”. Queremos demostrar que algunos hitos históricos no han sido decididos por el poder, por la fuerza militar, sino por el intelecto, por los pensadores, por los filósofos. En última instancia son los hombres de ingenio los que hacen la historia. Los valores esenciales son la solidaridad, la compasión, la generosidad, el amor, la igualdad. Hay una pequeña parte de la humanidad que vive con holgura, que toma como referencia la vida material y se compone principalmente por jóvenes que se adhieren a una constelación de mitos materiales sin ser felices. Para amar hay que haber soñado, luchar, soñar para conseguir lo que se quiere y alejarnos de la inmediatez. El kairós de la humanidad ha sido, sigue siendo y será siempre el amor. Dar amor es dar los sentimientos más profundos del ser humano. Dar es el acto esencial, pues dar es recibir. Todo se funda en el amor.
Hay mucha más dignidad en el mendigo que en quienes poseen tantas cosas que ya no tienen conciencia de ellas. La palabra clave es compartir, tenemos que compartir mejor, por las grandes asimetrías que llevan al mundo a la violencia. Hay una fórmula que resume el estado de ánimo de este gran humanista y que él mismo describe <>. Compartir no es dar lo que sobra, es dar a seres humanos libres e iguales. En la Unesco decimos “si queréis la paz, ataquemos las raíces del conflicto, la primera, la exclusión. Si la memoria no me es infiel, recuerdo en mi estancia en la sede de la Unesco un lema que me movió a la reflexión por su profunda simplicidad: “Si es en la mente de los hombres donde nacen las guerras, es en la mente de los hombres donde hay que cimentar los baluartes de la paz»; educación, pues. Estamos en la Unesco, dice, para saber construir las condiciones de la paz en los espíritus mediante la educación y la cultura. Contra el peligro de la uniformización, debemos proteger las culturas. Nuestro patrimonio es inmaterial y espiritual. Es también genético. La Unesco elaboró una Declaración Universal del Genoma Humano que ha sido aprobada y de ahí el concepto de patrimonio étnico. Enfatiza el valor de la educación. La India ha puesto frenos a su crecimiento demográfico porque ha duplicado sus presupuestos educativos. Ejemplifica sobre la equidad y la justicia. En Togo, un dirigente me dijo: “Vosotros no podéis exigirnos una paz duradera y una miseria asimismo duradera”.
Unos apuntes finales. La sede de la Unesco es el edificio más internacional de París. Participaron en su construcción tres arquitectos de nacionalidades diferentes: un italiano, un americano y un francés. Me impresionaron varias cosas. El Mural del Sol y El Mural de la Luna de Artigas y Joan Miró. Este último ganó el premio Guggenheim por El Mural del Sol; La caída de Ícaro de Picasso; La Plaza de la Tolerancia, alrededor de un viejo olivo, donde están grabadas en diez lenguas el preámbulo de la Constitución de la Unesco; Prometeo llevando el fuego a los hombres de nuestro Rufino Tamayo, el bellísimo Jardín Japonés, que invita a la reflexión y la lectura, en compañía del sonido del agua. La Sala de los Pasos Perdidos, donde puede verse a la Diana Cazadora. La Fuente de La Paz y, entre otros por su simbolismo, El Ángel de Nagasaki, una escultura de menos de cincuenta centímetros que sobrevivió a la bomba atómica de agosto de 1945.

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