Se consolida como el rostro del morenismo más cuestionado. Nació con Rutilio Escandón y es señalado por vender espacios y manipular comités, presume austeridad mientras acumula bienes. Este viernes recibirá a Luisa María Alcalde.
TAROT POLÍTICO/Amet Samayoa
Hoy llega a Tuxtla Gutiérrez la dirigente nacional de Morena, María Luisa Alcalde, ex secretaria de Gobernación de Andrés Manuel López Obrador, con la encomienda de fortalecer a ese movimiento que dicho sin cortapizas sucumbe en la imagen de manto protector de la narco política. Lo que quizá no le han dicho- o tal vez sí, pero prefirió cerrar oídos -es que aterriza en territorio controlado partidista dueño de una opinión por demás vergonzosa. Carlos Molina, el “autómata” de Rutilio Escandón y producto legítimo del Grupo Tabasco, es quien representa a una cofradía de políticos que llegó a Chiapas a hacer negocios, no política.
DE CARGA MALETAS A PODEROSO EMPRESARIO
Molina, que pasó de cargar maletas a despachar como presidente estatal de Morena, hoy se siente intocable. No obstante a la peste de Adán Augusto y Rutilio lo sostienen, y entre ambos lo escenifican como la mejor caricatura de lo que debería ser un dirigente. Es un operador sin escrúpulos, que vende candidaturas, manipula comités y se cobra favores en especie y en efectivo, según espetan sus propias víctimas ganadoras. El dirigente que presume austeridad, se ha vuelto un poderoso inmobiliario. Hoy es un próspero empresario con el sello de Morena, mientras predica la pureza ideológica y la “transformación” del pueblo. Y como buen titiritero, Molina mueve los hilos de varios alcaldes -todos agradecidos con el favor del partido-, obligándolos a “cooperar” con sus negocios infames. En ese club de los incondicionales destacan Ángel Torres, el “Caído” de Tuxtla; Bladimir Hernández Álvarez, de Las Margaritas; y María Patricia Coello, de Acala. Tres ejemplos del morenismo empresarial que se nutre del erario municipal mientras los servicios públicos se pudren. El “Caído”, por cierto, es el mejor ejemplo del modelo Molina: un alcalde tabasqueño importado que gobierna entre basura y negocios, señalado por adjudicar contratos a constructoras y comercializadoras que le rinden pleitesía. Ambos, Molina y Torres, son dos caras de la misma moneda podrida: la del morenismo que se enriquece predicando honestidad. No es casualidad que los rutilistas de alma, como el senador Pepe Cruz y los diputados Jesús Domínguez, Uriel Estrada y “Chaparro de oro” Javier Jiménez Jiménez, sigan implorando por el fuero electoral.
DE TAROT Y ADIVINANZA
¿Y qué encontrará María Luisa Alcalde en Chiapas? Un partido fracturado, controlado por un grupo que no representa la esperanza de nadie. Un dirigente que sirve solo a dos amos: al poder que lo puso y al dinero que lo sostiene… Servidos.
