El problema no es solo lo que dice, sino desde dónde lo dice: un hombre con poder, que dirige una de las editoriales públicas más importantes de América Latina
COLABORACIÓN INVITADA/Enriqueta Burelo
En 2018, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Paco Ignacio Taibo II soltó una frase que recorrió el país: “Sea como sea, se las metimos doblada, camarada.
Aquel exabrupto, proferido mientras hablaba de su nombramiento al frente del Fondo de Cultura Económica, fue defendido por algunos como simple desenfado. Pero detrás de su aparente humor, muchos reconocieron un lenguaje que destila soberbia y un eco de violencia simbólica, especialmente contra las mujeres.
Hoy, años después, el mismo Taibo II vuelve a estar en el centro de la polémica. Sus declaraciones sobre las escritoras mexicanas —minimizando su trabajo y sugiriendo que no hay suficientes mujeres con “obra sólida”— revelan que no se trataba solo de una frase suelta, sino de una manera de mirar el mundo. En ambos casos, el escritor confunde irreverencia con desprecio, y autenticidad con una arrogancia que excluye.
El problema no es solo lo que dice, sino desde dónde lo dice: un hombre con poder, que dirige una de las editoriales públicas más importantes de América Latina, y cuyas palabras pueden abrir o cerrar puertas para toda una generación de autoras.
Entre la “frase doblada” de 2018 y su reciente juicio sobre las mujeres que escriben, hay una línea continua: la de un machismo que aún sobrevive en los espacios culturales, disfrazado de humor, genio o rebeldía
Y mientras ese tono siga normalizándose, las escritoras seguirán luchando no solo por publicar, sino por ser escuchadas sin ser descalificadas.
Porque al final, las palabras importan. Y en boca de quien dirige la palabra impresa, pesan todavía más.

