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Maternidad temprana: la fábrica del rezago

27 de octubre de 2025
in Opiniones
En municipios de mayoría indígena como Mitontic, Chamula o Chenalhó, menos del diez por ciento de las mujeres logra concluir el bachillerato.

En municipios de mayoría indígena como Mitontic, Chamula o Chenalhó, menos del diez por ciento de las mujeres logra concluir el bachillerato.

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En municipios de mayoría indígena como Mitontic, Chamula o Chenalhó, menos del diez por ciento de las mujeres logra concluir el bachillerato.

A ESTRIBOR/Juan Carlos Cal y Mayor

En Chiapas, la maternidad sigue comenzando demasiado pronto. No hablamos solo de estadísticas, sino de una tragedia social que se hereda de generación en generación. Más de nueve mil niñas y adolescentes se convirtieron en madres en 2023, y casi una de cada cuatro jóvenes chiapanecas tuvo al menos un hijo antes de cumplir los veinte años. La tasa específica de fecundidad adolescente —81.7 nacimientos por cada mil mujeres de 15 a 19 años— coloca al estado entre los primeros lugares nacionales.
En municipios de mayoría indígena como Mitontic, Chamula o Chenalhó, menos del diez por ciento de las mujeres logra concluir el bachillerato. Cada embarazo temprano significa el abandono escolar y el cierre definitivo de oportunidades. Donde no hay educación, la maternidad se convierte en destino. Y el destino, en condena.

USOS Y COSTUMBRES
Se suele justificar la unión temprana en nombre de los usos y costumbres, pero lo que hay detrás es una mezcla de pobreza, aislamiento y falta de alternativas reales. Cuando la escuela está a kilómetros, la enseñanza no se da en lengua materna y no hay becas suficientes, la maternidad se vuelve la única opción de vida.
No es una tradición ancestral que deba ser respetada, sino una práctica que refleja abandono institucional. El Estado mexicano ha sido incapaz de ofrecer a las niñas indígenas las mismas oportunidades que al resto del país. El resultado es un círculo vicioso: menos educación, más maternidad temprana, más pobreza.

UNA BOMBA DEMOGRÁFICA
Mientras el promedio nacional de hijos por mujer desciende a 1.9, en las comunidades rurales e indígenas de Chiapas la tasa global de fecundidad supera los 3.5 hijos por mujer. En algunos municipios, la tasa de fecundidad adolescente alcanza niveles alarmantes: más de 300 nacimientos por cada mil jóvenes. Esa diferencia, multiplicada por generaciones, dispara la demanda de servicios de salud, educación y vivienda en regiones donde ya son insuficientes.

EL CONTRASTE DEL DESARROLLO
En entidades como Querétaro, Nuevo León o la Ciudad de México, la fecundidad adolescente ronda apenas los 25 nacimientos (en contraste con nuestros 81) por cada mil mujeres jóvenes, y la tasa global de fecundidad se ha estabilizado por debajo de dos hijos por mujer. Es decir, mientras esas regiones concentran inversión, innovación y crecimiento económico sostenido, Chiapas mantiene un ritmo demográfico de los años setenta.
La diferencia no es solo de números, sino de modelos de vida: allá, la educación prolonga la juventud y reduce la pobreza; aquí, la maternidad temprana la multiplica. No hay manera de hablar de “cuarta transformación” ni de justicia social mientras una parte del país siga reproduciendo, literalmente, las condiciones de su atraso.

DERECHO A DECIDIR
Defender el derecho a decidir cuándo y cuántos hijos tener no es discriminación: es justicia social. Negar esa posibilidad en nombre del respeto cultural es, en realidad, una forma de perpetuar la desigualdad. El paternalismo progresista que teme ofender identidades ha terminado por condenar a miles de niñas a repetir la historia de sus madres, sin libertad ni opciones.
Planificar no es imponer, es ofrecer alternativas. Lo verdaderamente racista es suponer que las mujeres indígenas no pueden decidir por sí mismas.

EL FUTURO SE GESTA EN EL PRESENTE
Chiapas no saldrá del atraso mientras una parte de sus niñas siga convirtiéndose en madres antes de aprender a decidir por sí mismas. La maternidad temprana no es una señal de madurez, sino una forma de renuncia impuesta por la pobreza y tolerada por la omisión.
Si no se rompe ese ciclo, la “fábrica del rezago” seguirá produciendo pobreza en serie: hijas sin escuela, madres sin oportunidades, comunidades sin futuro. El verdadero respeto a los pueblos indígenas no está en mirar hacia otro lado, sino en garantizar que sus niñas puedan elegir algo distinto a la resignación.

En municipios de mayoría indígena como Mitontic, Chamula o Chenalhó, menos del diez por ciento de las mujeres logra concluir el bachillerato.
En municipios de mayoría indígena como Mitontic, Chamula o Chenalhó, menos del diez por ciento de las mujeres logra concluir el bachillerato.
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