El problema no es solo una frase desafortunada. Es el eco de un sistema cultural que sigue filtrando las voces femeninas por el ojo de la aguja del prejuicio.
LO QUE NO SE NOMBRA, NO EXISTE/Gely Pacheco
Y en casa del jabonero, el que no cae, resbala porque incluso en los espacios que se dicen progresistas, libertarios o de izquierda, el machismo encuentra cómo resurgir, colarse entre los discursos y por eso no hay que confiarse. Mucho menos estando en espacios de poder.
El pasado jueves 23 de octubre, en la conferencia matutina del presidente, Paco Ignacio Taibo II apareció con su habitual tono socarrón y la mirada de quien se sabe dueño del relato. Llegó a presentar la colección “25 para el 25”, una iniciativa del Fondo de Cultura Económica para regalar dos millones y medio de libros en toda América Latina. Una fiesta de la palabra, dirían algunos. Una celebración del acceso a la lectura, dirían otros. Pero, como suele suceder, las mujeres seguimos sin ser invitadas al banquete ni a la primera fila.
De los 27 títulos que conforman la colección, sólo siete son de escritoras y veinte hombres. Y de ellas, tres son mexicanas ya fallecidas: Amparo Dávila, Guadalupe Dueñas y Adela Fernández. Las demás, vivas o extranjeras, apenas son la excepción que confirma la regla. Lo que no se nombra, no existe, y lo que no se edita, tampoco. Y regresamos a lo que pensábamos que habíamos superado: no hay mujeres menos de calidad.
Durante la conferencia, el director del Fondo, en ese estilo tan suyo entre el sarcasmo y el desdén, soltó:
“Si partimos de la cuota, dices: ‘Bueno, si sé de un poemario, escrito por una mujer, horriblemente asqueroso de malo, por el hecho de ser escrito por una mujer no merece que lo mandemos a una sala comunitaria en mitad de Guanajuato, mano’. ¿Por qué hay que castigarlos con ese libro de poesía?”.
Y pues, que alguien le diga a Paco Ignacio Taibo II que podríamos empezar por revisar cuántos poemarios, novelas y ensayos “horriblemente asquerosos de malos”, escritos por hombres, han sido publicados y celebrados a lo largo de los siglos incluyendo el de sus amigos. Cuántos autores mediocres fueron elevados al canon literario por ser cuates del editor o por pertenecer al club correcto. Ahora resulta que nos ponemos muy exquisitos cuando se trata de mujeres.
La respuesta fue inmediata. Escritoras, artistas y colectivas feministas convocaron a un “Mitin Poético” frente a las oficinas del FCE, un gesto de resistencia y dignidad. Entre las voces que se alzaron, destacó la de Alma Delia Murillo, quien recordó que en México existen nombres como Sor Juana Inés de la Cruz, Rosario Castellanos, Pita Amor, Coral Bracho, Cristina Rivera Garza o Natalia Toledo, y que ninguna de ellas escribe “horriblemente asqueroso de malo”. Cosa de leer, como ella misma apuntó.
Pero para Taibo, cuando se trata de mujeres, debe priorizarse la calidad, esa vara de medir que curiosamente sólo se saca a relucir cuando las autoras no son hombres. Entonces, bajo su escrutinio, pocas pasan la prueba, y las demás quedan fuera del catálogo, fuera de las colecciones, fuera de los estantes y las bibliotecas.
El problema no es solo una frase desafortunada. Es el eco de un sistema cultural que sigue filtrando las voces femeninas por el ojo de la aguja del prejuicio. Nos piden excelencia mientras ellos se reparten los espacios entre aplausos mediocres. Y luego se sorprenden de que sigamos organizándose desde todos los espacios, incluso el cultural.
Para Paco Ignacio Taibo II, parece ser que no llegamos todas a la cultura. Y sin embargo, aquí estamos, tercas, incómodas, escribiendo desde los márgenes que ellos mismos trazan. Porque mientras sigan callando nuestros nombres, seguiremos gritándolos.
Porque lo que no se nombra, no existe. Y nosotras existimos.
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