Ultimatum Chiapas
  • Noticias
    • Chiapas
    • Nacional
    • Municipios
    • Editorial
  • Opiniones
  • Policiacas
  • Deportes
  • Entretenimiento
  • Tecnología
No Result
View All Result
  • Noticias
    • Chiapas
    • Nacional
    • Municipios
    • Editorial
  • Opiniones
  • Policiacas
  • Deportes
  • Entretenimiento
  • Tecnología
No Result
View All Result
Ultimatum Chiapas
No Result
View All Result
Home Uncategorized

A CIEN AÑOS DE ROSARIO CASTELLANOS | MUJER QUE SABE LATIN… I

3 de noviembre de 2025
in Uncategorized
A CIEN AÑOS DE ROSARIO CASTELLANOS | MUJER QUE SABE LATIN… I

A CIEN AÑOS DE ROSARIO CASTELLANOS | MUJER QUE SABE LATIN… I

Compartir en FacebookCompartir en Twitter

Marco Antonio Orozco Zuarth/Ultimátum

Como se ha señalado en ensayos anteriores, Rosario Castellanos edificó a lo largo de su vida una voz crítica, lúcida y profundamente personal. En sus textos se percibe una mirada inteligente y humana, capaz de desmantelar las estructuras invisibles del poder y de cuestionar la tradición patriarcal, la exclusión cultural y las formas sutiles en que el lenguaje puede volverse instrumento de dominio.
En ese marco, Mujer que sabe latín… (publicado por la Secretaría de Educación Pública en 1973, dentro de la colección SepSetentas, núm. 83) reúne varios ensayos escritos por la autora en años previos. El volumen puede considerarse una síntesis madura de su pensamiento sobre lo que significa ser mujer en la cultura y en la escritura mexicana. Con una prosa que entrelaza humor, erudición y una observación social minuciosa, Castellanos reflexiona no solo sobre el papel de la mujer en la literatura hispanoamericana, sino también sobre su presencia —y, con frecuencia, su ausencia— en los espacios públicos y académicos.
Lo primero que sorprende del libro es su título, tomado del viejo refrán:
“Mujer que sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin.”
Este dicho, transmitido de generación en generación en México y en otras regiones de habla hispana, encierra una idea antigua y persistente: la creencia de que una mujer culta o instruida resulta “peligrosa” o inadecuada para el matrimonio.
El refrán procede de tiempos en que el latín era la lengua del poder y de la Iglesia, y dominarlo era privilegio de los hombres. Si una mujer lo aprendía, se consideraba que estaba violando el orden social que la confinaba al hogar. Así, el proverbio funcionaba como una advertencia moral: la mujer que “sabía demasiado” terminaba por perder su lugar en el mundo.
Rosario Castellanos retoma esa frase y la subvierte con ironía y fuerza crítica. Le devuelve el peso de la culpa a la sociedad que censura la inteligencia femenina y denuncia el miedo que provoca la lucidez en una mujer. Desde su título mismo, el libro se erige como una declaración de independencia y un gesto de rebeldía.
Más que elaborar un análisis meramente literario o histórico, lo importante es comprender Mujer que sabe latín… como un ejercicio de pensamiento encarnado. Rosario no escribe para exhibir erudición, sino para revisar, desde su experiencia de mujer y de escritora, las estructuras que han limitado la libertad femenina. Cada ensayo combina reflexión y emoción, crítica y testimonio; por eso, su lectura exige más que teoría: requiere empatía y un diálogo honesto con la autora. Interpretar su obra es reconocer su potencia transformadora y su vigencia.
Desde el inicio del libro, en el ensayo “La mujer y su imagen”, escribe:
A lo largo de la historia (la historia es el archivo de los hechos cumplidos por el hombre, y todo lo que queda fuera de él pertenece al reino de la conjetura, de la fábula, de la leyenda, de la mentira) la mujer ha sido, más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito.
(Castellanos, 1973, p. 13)
Aquí el concepto central es precisamente el de “mito”. denuncia que la imagen de la mujer no ha surgido de su experiencia real, sino de la mirada del poder masculino. En lugar de ser reconocidas como sujetos con pensamiento propio, las mujeres fueron reducidas a símbolos —madres, musas, santas o pecadoras— que sostenían el orden patriarcal. Con esta afirmación, la autora propone desmontar los imaginarios que confinan a la mujer al papel de emblema, para restituirle la palabra y devolverla a la historia no como mito, sino como sujeto consciente y creador.
En “La mujer mexicana en la educación formal”, examina cómo las mujeres han ido conquistando espacios en el sistema educativo, aunque esa conquista no se haya traducido todavía en una verdadera igualdad. Describe cómo siglos de tradición patriarcal las mantuvieron alejadas del saber, bajo la creencia de que el estudio “desvirtuaba” su naturaleza o la apartaba del deber doméstico. Señala, además, que incluso cuando acceden a la escuela o a la universidad, persisten obstáculos: discriminación laboral, menores salarios, la expectativa de que la educación sirva solo como respaldo ante la viudez o el divorcio, o la idea de que su trabajo será “temporal” hasta que un marido las mantenga.
A través de ejemplos y una mirada crítica, muestra que el acceso al conocimiento, lejos de ser un privilegio, constituye un campo de resistencia donde las mujeres reescriben su destino.
En el ensayo “La mujer ante el espejo. Cinco autobiografías”, la autora analiza la manera en que las mujeres se han representado a sí mismas en la escritura autobiográfica. Revisa cinco casos para demostrar que, durante siglos, el espejo —símbolo de la mirada interior y social— ha reflejado más los estereotipos impuestos que la identidad auténtica. La mujer, sostiene Castellanos, ha aprendido a contemplarse con los ojos de los otros, especialmente con los del hombre.
Escribir la propia vida se convierte, entonces, en un acto de insurrección: una forma de quebrar la imagen distorsionada que la cultura ha fabricado. La autobiografía femenina, bajo esta perspectiva, no es solo un género literario, sino un espacio de libertad donde la mujer se reencuentra consigo misma, sin mediaciones ni disfraces.
En “Natalia Ginzburg: la conciencia del oficio”, rinde homenaje a la escritora italiana a quien considera ejemplo de integridad, lucidez y compromiso ético. Ginzburg, dice, logra unir vida y oficio: su escritura no es evasión ni artificio, sino una manera de afrontar el dolor, la pérdida y la responsabilidad moral. Su literatura, además, revela que es posible conciliar la maternidad, la vida cotidiana y la creación intelectual sin renunciar a la conciencia crítica.
Para Rosario, escribir no es solo un ejercicio artístico, sino un acto de resistencia moral: una forma de permanecer despierta en un mundo que invita al silencio. En el fondo, este ensayo funciona también como un autorretrato: la mexicana se reconoce en esa “conciencia del oficio”, esa mezcla de lucidez y ética que transforma la escritura en un gesto de dignidad y persistencia.
Finalmente, en “Una palabra desde el exilio: Simone Weil”, reflexiona sobre la filósofa francesa, quien vivió en tensión entre la fe y la razón, la acción política y la contemplación espiritual. Weil encarna para Rosario la inteligencia que no se acomoda, que se lanza al abismo de sus propias convicciones y lleva las ideas hasta las últimas consecuencias, aun a costa del cuerpo.
Su “exilio” no es solo geográfico o religioso, sino también existencial: el precio de pensar libremente en un mundo que teme la lucidez femenina. Rosario la presenta como una figura ejemplar de coherencia ética, y sugiere que toda mujer que piensa con independencia vive, en cierta forma, en ese exilio simbólico.

Ultimatum Chiapas

© 2025 Editorial MOSA
Sitio creado por XION Tecnologías.

Navegación

  • Aviso de Privacidad

Redes Sociales

No Result
View All Result

© 2025 Editorial MOSA
Sitio creado por XION Tecnologías.