El reto ahora es consolidar una política cultural creativa que dé continuidad, profesionalice a los actores y mida el impacto real de cada celebración.
Enriqueta Burelo/COLABORACIÓN INVITADA
Los festivales de Chiapas han dejado de ser solo celebraciones tradicionales para convertirse en un motor estratégico de la economía naranja. Desde la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo hasta los festivales del cacao, el café o el rambután, cada evento moviliza talento local, impulsa artesanías, promueve la gastronomía y atrae turismo cultural que dinamiza a municipios enteros.
Organismos internacionales como UNESCO y UNCTAD destacan que las industrias creativas son catalizadores de empleo, identidad y desarrollo. En Chiapas, esa premisa se vuelve tangible: hoteleros, cocineras tradicionales, músicos, artesanos y jóvenes emprendedores encuentran en los festivales una plataforma que les permite generar ingresos y visibilidad, al tiempo que preservan la memoria viva del estado.
En ciudades como San Cristóbal de Las Casas, las ferias y festivales fortalecen el tejido económico y social, mientras que eventos gastronómicos en regiones productoras conectan a las comunidades con cadenas de valor innovadoras. A la par, la derrama turística contribuye a la diversificación económica y fortalece la marca cultural de Chiapas.
El reto ahora es consolidar una política cultural creativa que dé continuidad, profesionalice a los actores y mida el impacto real de cada celebración. Porque en Chiapas, los festivales ya no solo cuentan historias: también pueden escribir el futuro económico del estado.
A continuación, citamos cifras duras sobre la derrama económica que producen algunos festivales o ferias: Fiesta Grande de Chiapa de Corzo: 15 a 20 millones de pesos, Feria de la Primavera y de la Paz (San Cristóbal): 20 a 25 millones de pesos, Festival Nacional de Folklore: 3 a 5 millones de pesos, Festival de la Ruta del Rambután (Tuxtla Chico): 2 a 3 millones de pesos, Festival Coyatoc 2025,3.5 millones de pesos.
La Red de Festivales de Coneculta entre los que se encuentran el Festival de la Marimba, el Fray Matías de Córdova y el Cervantino Barroco por citar a tres, pueden convertirse en un motor económico si dejan de ser solo una plataforma cultural y se consolida como un ecosistema productivo que articule turismo, pequeñas empresas, productores locales y medios de comunicación.
Para ello es importante diseñar una Ruta de festivales de Chiapas, integrándolas en un calendario estratégico para evitar empalmes y maximizar flujo turístico. Incentivar el turismo local, es también esencial, un ejemplo, El Meque a medida que se consolide como una fiesta de Chiapas, de identidad, de conocer nuestra historia, nuestro folklore, crecerá en dos vías: turismo local, nacional e internacional, en mi caso, no me gusta decir que es nuestra Guelaguetza, ya que tenemos nuestra propia riqueza.
Plazas aregladas de acuerdo a las estaciones o festividades dan a las ciudades, un pretexto para visitarlas como el caso de Berriozábal y este año Tuxtla Gutiérrez.
Chiapas, tiene vocación turística y además es un crisol de culturas y quizá ahí radique su mayor fuerza: en que cada danza, cada aroma de café, cada tambor y cada máscara, no solo celebran lo que fuimos, sino lo que podemos llegar a ser, cuando la creatividad se vuelve destino.
