Este año, la distinción fue para las hermanas Isa y Oralia Murillo, dos mujeres que han levantado con disciplina, con amor y con la sabiduría heredada de su padre Rafael Murillo, la empresa “Don Rafita”.
LO QUE NO SE NOMBRA, NO EXISTE/Gely Pacheco
Hay eventos que no solo celebran trayectorias sino que reafirman quiénes somos y cómo formamos parte de una comunidad. Por ello, quisiera reflexionar sobre la Gala de la Medalla a la Excelencia Empresarial 2025, organizada por la Asociación Mexicana de Mujeres Jefas de Empresas (AMMJE) y encabezada por Laura García Ochoa, Delegada Sureste y presidenta de AMMJE Tuxtla Gutiérrez, fue uno de esos momentos donde el brillo no viene del protocolo sino de la fuerza colectiva de las mujeres que se acompañan, se reconocen y hacen alianza desde sus semejanzas.
Este año, la distinción fue para las hermanas Isa y Oralia Murillo, dos mujeres que han levantado con disciplina, con amor y con la sabiduría heredada de su padre Rafael Murillo, la empresa “Don Rafita”, un emblema profundamente arraigado en la identidad tuxtleca de una familia que encontró aquí como muchas otras una opción de vida. Las gorditas Don Rafita forman parte de nuestra memoria afectiva: las buscamos para volver a casa, para reconectar con lo que somos, para ir con la familia o amistades. Pero pocas veces nos detenemos a pensar quién o quiénes están detrás de ese sabor que lleva décadas alimentando a una ciudad entera. Y resulta que ahí están ellas: dos mujeres rompiendo silencios, rompiendo techos de cristal, rompiendo la idea de que lo empresarial y las gorditas es un territorio exclusivamente masculino.
En Chiapas, donde tantas veces la labor de las mujeres queda reducida al mito del “apoyo” o la “ayuda”, reconocer a quienes emprenden, sostienen y construyen patrimonio es un acto profundamente político. Isa y Oralia Murillo no solo generan empleos: generan posibilidades. Le dan trabajo a mujeres y hombres de Tuxtla, sí, pero también dignifican la herencia familiar y el saber ancestral que sostiene a tantas familias chiapanecas. Su recorrido es un recordatorio de que cuando una mujer avanza, no lo hace sola: abre camino para las demás.
Por eso las asociaciones como AMMJE son vitales. Porque cuando las mujeres deciden caminar juntas, no solo se acompañan: se vuelven red, sostén y un gran impulso para seguir avanzando, en este caso de la agenda empresarial de las mujeres. Y en un país donde las brechas de género siguen marcando cada decisión económica, cada oportunidad y cada reconocimiento, estos espacios no son un lujo: son una necesidad.
Celebrar a Isa y Oralia es celebrar a todas las mujeres que, desde sus empresas familiares, desde sus sueños convertidos en trabajo, siguen demostrando que Chiapas también se construye desde la sororidad. Nombrarlas es asegurarnos de que su historia no quede en la sombra. Porque lo que no se nombra no existe, y hoy, gracias a ellas, nuestra ciudad existe con un poco más de orgullo, más fuerza y más futuro.
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