Viajeros Celestes
VICENTE HUIDOBRO Y ALTAZOR
José Falconi/Ultimátum
EN la parte final del primer canto de Altazor hallamos casi todos los elementos que caracterizan la poética de Vicente Huidobro: su visión cósmica del ser, su valorización de la palabra y la abundancia de imágenes suprarrealistas y autónomas en un doble sentido: proclaman su independencia ante la realidad de la que surgen y que a la vez transforman, creando una realidad nueva, la realidad poética, y cada imagen, sin perder su relación con las que la anteceden o preceden, se constituye como un organismo con vida propia, como unidad conceptual y emocional.
Huidobro es de los poetas que, atentos a la lección de Rubén Darío (el gran renovador o innovador modernista), apuestan por los fueros de una auténtica imaginación poética (en Darío contaminada por los artificios de una excesiva fantasía simbolista) o imaginación de lo real, desprovista de fantasías. Poetas como Huidobro o como César Vallejo nos convencen de que la fantasía no solo no es lo mismo que la imaginación, sino que en el fondo es todo lo contrario. Porque la imaginación es exigencia de forma y la fantasía deficiencia de ella. La fantasía huye de la realidad y la imaginación es la puesta en marcha del sentido mismo de la forma dentro de la realidad.
Pero entremos en el poema de Huidobro como quien se aventura por un bosque de aromas, de lumbres y oscuridades, de hierbas y árboles de verdes gemidos:
Hay palabras que tienen sombra de árbol
Otras que tienen atmósfera de astros
Hay vocablos que tienen fuego de rayos
Y que incendian donde caen
Otros que se congelan en la lengua y se rompen al salir
Como esos cristales alados y fatídicos
Hay palabras con imanes que atraen los tesoros del abismo
Otras que se descargan como vagones sobre el alma
Altazor desconfía de las palabras
Desconfía del ardid ceremonioso
Y de la poesía
Altazor desconfía de las palabras porque éstas no son formas vacías, vocablos inofensivos, sino armas vivientes que pesan, por su significado, en la conciencia del hombre. Las palabras son signos ligados a un significado, eso lo sabemos. Lo importante es que, para Altazor, ese significado no es único, determinado para siempre. La forma metafórica mediante la cual conceptualiza las palabras nos abre un extenso panorama: las palabras tienen sombra de árboles, atmósfera de astros; pueden ser fuego de rayos o congelarse en la lengua. Esta forma de dar plasticidad al contenido de las palabras nos pone en contacto con la esencia misma del lenguaje. A final de cuentas, cada expresión verbal nos remite a una vivencia propia, dibuja una atmósfera original en nuestra intimidad. Habrá palabras que nos golpeen como dardos ardientes y otras que sean revelación de sensaciones y sentimientos nuevos. ¿Quién no desconfía de ellas?
Mas no temas de mí que mi lenguaje es otro
No trato de hacer feliz ni desgraciado a nadie
Ni descolgar banderas de los pechos
Ni dar anillos de planetas
Ni hacer satélites de mármol en torno a un talismán ajeno
Hablo en una lengua mojada en mares no nacidos
Con una voz llena de eclipses y distancias
Solemne como un combate de estrellas o galeras [lejanas
Una voz que se desfonda en la noche de las rocas
Una voz que da vista a los ciegos atentos
Los ciegos escondidos al fondo de las casas
Como al fondo de sí mismos
Los cinco primeros versos constituyen una definición de las funciones que Altazor (o el poeta) se atribuye. No trata de hacer feliz ni desgraciado a nadie. Aquí ya hay un deslinde con lo que tantos otros se proponen hacer. Huidobro se niega a influir en la apreciación sensible del lector, pues comprende que esto, en última instancia, resulta ser una imposición del poeta. Tampoco trata de descolgar banderas de los pechos, ni servir a un talismán ajeno. Esta es, desde luego, una postura ideológica. Altazor no pretende adoctrinar bajo ningún signo al lector, ni hacer de la poesía una labor pragmática. Así pues, tenemos una definición que libera de toda influencia (tanto anímica como ideológica) preconcebida al lector. Al menos esto es lo que el poeta declara.
Inmediatamente después se dice “Quiero darte una música de espíritu”. Este verso y los siguientes son centrales para entender la concepción poética del autor. Las palabras, los versos, las vocales, las sílabas, todo el armazón de la poesía no es más que una composición musical, una partitura traducible sólo en el gramófono del espíritu. La imagen es sencilla y tal vez por ello cierta en lo esencial. Los últimos ocho versos del fragmento citado contienen uno de los principales temas de Altazor: su relación con el espacio cósmico. Al través de todo el Canto / descubrimos a Altazor como un viajero celeste que deambula entre galaxias y estrellas. En su vuelo recorre el universo y recolecta imágenes y sentencias estelares para comunicarlas al hombre: “Yo hablo en nombre de un astro por nadie conocido”. Y no sólo de un astro. Altazor es el traductor del cosmos Si es verdad que nosotros somos polvo de estrellas, puesto que éstas son el principio de la evolución planetaria, el hilo conductor que deviene vida (si es cierta tal teoría), tenemos que las estrellas se interrogan sobre su existencia a través del hombre (subproducto lejano). Somos polvo cósmico que se pregunta y se responde a sí mismo.
Altazor sabe de esta relación universal y se otorga la función de ligar a los hombres con su origen cósmico. Altazor borra las distancias espaciales y temporales a través de la poesía. El vehículo poético se revela como intérprete de la realidad y del ser. El Canto 1 recrea, amplía y profundiza la bella idea expresada por Newton: ”… sospecho que el espíritu (de los hombres) proviene de los cometas…”
PARTE 1 DE 2, CONTINUARÁ EN LA SIGUIENTE EDICIÓN
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