El Presidente se juega buena parte de su proyecto con la sucesión. A pesar de su popularidad el camino no va a ser fácil.
No hay manera de que un proceso de esta naturaleza sea terso de no ser que se imponga, pero, a pesar de ello, siempre habrá quien no esté de acuerdo y lo haga saber o busque la manera de conseguir su objetivo por otros derroteros.
Morena no es exactamente un partido político. Es un movimiento que no tiene una estructura interna que le permita actuar organizativamente. Muchos de sus integrantes son de ocasión, encontraron en el partido la posibilidad de no perder su participación política, al tiempo que de manera oportunista se sumaron a un proyecto que cada vez tiene mayor popularidad personificada en el Presidente.
López Obrador podrá ser el fiel de la balanza, pero no por ello su decisión será bien recibida por quienes no sean ungidos. Es claro quiénes ya son las tres “corcholatas” y es claro también que no hay manera, por lo menos por ahora, de que Morena pierda la Presidencia. El Presidente se ha encargado de crear una narrativa en la que da por descontado el triunfo presidencial de Morena; sin embargo, sabe que el Congreso va a ser disputado; la elección del 2021 le debió dar elementos para entenderlo.
Hace seis años López Obrador empezó a poner mayor atención en el Congreso más que en la Presidencia. Empezaba a tener indicios firmes de que podía ganar la elección, a lo que se sumó la presidencia pusilánime, desaseada y corrupta de Peña Nieto.
López Obrador tenía buenas razones para pensar en hacer campaña por el Congreso. A más de un año de las elecciones tenía claro que sería muy difícil que le quitaran el triunfo y se empezó a crear un consenso en relación a quien es hoy el Presidente.
El problema que puede tener ahora es que sus “corcholatas” no se pongan de acuerdo. Es un escenario que si no amarra lo más pronto posible se le puede ir de las manos de tal manera que se confronten entre ellas, particularmente Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum
En los últimos días el canciller ha entendido que la única manera en que podría ganar la elección de Morena es pasar a la ofensiva. Como dice Ricardo Monreal cada vez las apuestas son más descaradas por parte de gobernador@s y legislador@s en favor de la Jefa de Gobierno.
No está sirviendo de mucho que el Presidente los invite a la calma y menos que el señalado Mario Delgado les pida que esperen a que pase el proceso electoral del Edomex y Coahuila. La razón estriba en que Ebrard está viendo que las piezas se están moviendo hacia Claudia Sheinbaum desde varios frentes, lo que se está interpretando como una decisión desde Palacio Nacional.
Si la sucesión no logra consensos, muchos elementos se ponen en riesgo. Se podrá ganar la Presidencia, porque López Obrador está empeñando su futuro en ello, recordemos sus muchas referencias a que no se vale zigzaguear y que el futuro requiere continuidad.
Obviamente ninguna de las “corcholatas” se atreve a decir lo contrario. Pero ya con la banda puesta muchas cosas pueden pasar y quizá por ello el Presidente está buscando la lealtad como forma de continuidad. Por más que haya encuestas que favorezcan a uno u otro, al final la decisión estará en quien le pueda garantizar al Presidente que su proyecto continúe y en una de ésas también quien le puede cuidar las espaldas.
No es casual que se esté buscando a toda costa apurar el proceso. No le extrañe que en cuatro meses y un poquito más Morena, o sea el Presidente, haya determinado quién será su “corcholata”.
Ebrard debe tener claro que el momento es ahora. Se anda echando para adelante, porque ya vio que en la tardanza está el riesgo.
No puede meterse en el cajón del olvido la muerte de los 40 migrantes en la estación migratoria de Ciudad Juárez. Pareciera que quieren dejar pasar el tiempo y darle otra mirada a lo que fue un horror. Lo sucedido es una afrenta para los migrantes y ya está marcando al Gobierno.