Serán uno de los referentes del 2024, pero no definen futuro, porque muchos de los asuntos que tenemos van por otros carriles. Ciertamente el proceso en Coahuila y Edomex darán una idea de por dónde andan los ánimos ciudadanos, particularmente por lo que se juega en este último estado. Pase lo que pase, la oposición no puede hacerse ningún tipo de ilusiones.
Lo que es un hecho es que después del 4 de junio muchos asuntos de primera importancia se vendrán en tropel. Se va a venir una urgencia por tener nombres que puedan ser considerados para los muchos cargos que estarán en juego. Morena colocará candidatos en función del reconocimiento que puedan tener en sus entidades, pero sobre todo lo que importa, como se ha visto hasta ahora, son las lealtades. Para el Presidente como el gran factótum, es un asunto prioritario como se ha visto durante muchos años.
Para que la oposición sea auténticamente competitiva, debe abrir el proceso electoral más allá de los partidos políticos. Si algo quieren las dirigencias partidistas es mantener el control sobre quienes serán sus representantes.
La estrategia tarde que temprano se va a revertir. La razón está en que, en buena medida, la crítica ciudadana se dirige a los partidos políticos y lo que significan, caso concreto la mirada que existe al PRI y al PAN.
Estos partidos quieren mantener el control del proceso sin darse cuenta, o sin querer darse cuenta, de que pueden terminar por ser un elemento de adversidad para cualquier tipo de alianza o acuerdos.
Si el proceso presidencial no se abre a la ciudadanía no va a tener futuro. No basta con tener ciertos porcentajes de conocimiento sobre algunos personajes que aspiran a la Presidencia, porque esto no les da en automático simpatía ciudadana. Se sabrá quienes son, pero de ahí no pasa, porque no hay indicios de que el saber quiénes son derive en automático popularidad o aceptación, como se aprecia de manera fehaciente en las encuestas.
Los partidos de oposición no quieren abrir el proceso, porque asumen que tendrán una pérdida del control sobre el mismo, lo cual puede ser cierto. Lo definitivo es que para estar en la jugada se debe de abrir el proceso a todo ciudadano que quiera ser presidente en el país; después, ya veremos.
No hay duda del peso definitivo que tiene el Presidente, pero a pesar de que incluso mantenga algún tipo de presencia e influencia López Obrador, la elección no se puede circunscribir en tener al Presidente como el único adversario.
La oposición está frente a un aparato que se va consolidando y que recuerda viejos pasajes de la política mexicana en donde la mayoría materialmente pasaba por encima de la oposición.
Sin embargo, no es lo mismo enfrentar hoy al presidencialismo que haberlo hecho hace muchos años, cuando la oposición a duras penas podía supervivir. Somos otra sociedad con otros actores, algunos de ellos de peso, que no se encuentran en los partidos políticos a los cuales definen como males necesarios. La bronca entre PRI y MC muestra las abiertas diferencias de una oposición que hace poco o nada para ponerse de acuerdo. Todos quieren tener el control del proceso y quieren tener candidat@s que les convenga sólo por mantener un hegemonía que no les va a servir casi de nada.
Si la oposición quiere ser al menos medianamente competitiva, tendrá que abrir la elección a los ciudadanos. Lo contrario es ir directamente a la derrota, pero sobre todo, para un partido como el PRI, puede ser el fin de una época cargada más de sombras que de luces.
Como está el país y en función de equilibrios políticos no están viendo lo que está a la vista.
Como cada 6 años el Verde se mueve para ver por dónde asomarse según las aguas políticas. Desde ayer anda dando pasos y qué mejor que hacerlo con dos de las “corcholatas” que no necesariamente están en el radar del Presidente.