Todos al activismo
Alejandro Moguel/Ultimátum
La clase política está alborotada por las sucesiones gubernamentales que habrán de ocurrir en el ámbito federal y estatal a partir del 2024. Sin embargo, sus procesos electorales van a empezar en septiembre el nacional y en enero próximo el estatal, fechas muy próximas. Por eso, todos están moviéndose. Nada es nuevo.
Así ha sido siempre, desde hace treinta años, cuando este país era gobernado por el todo poderoso Carlos Salinas de Gortari. Eran tiempos en que nadie debía moverse antes de que él lo autorizara, porque no salía en la foto, forma esa de decir que quien se indisciplinara se quedaba fuera de cualquier contienda.
Después, gobernó Vicente Fox Quesada y el Partido Acción Nacional (PAN). Éstos quisieron repetir la fórmula de sus antecesores tricolores, pero de muy mala forma, a grado tal que surgió un hijo desobediente: Felipe Calderón Hinojosa, quien a la postre se impuso como candidato panista y presidente de México. Tan malos fueron los panistas en sus liderazgos que rápidamente se desgastaron y se quedaron fuera de Los Pinos. Dos sexenios bastaron para que cayeran en la debacle política.
Resurgió en 2012 el PRI y su principal protagonista de ese regreso, Enrique Peña Nieto, creyó en los “nuevos valores” del priismo que después fueron los principales promotores de su entierro y la llegada de la izquierda representada por Andrés Manuel López Obrador quien no ha dejado un solo hueco en donde se le puedan colar sus adversarios, vaya ni siquiera alguno de sus subalternos que se le pudiera resultar revoltoso o desobediente o insumiso.
Por eso, hoy la historia se repite, con los matices personalísimos del presidente López Obrador: cuatro arrancaron la carrera al mismo tiempo y solo cuando él lo decidiera: Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López Hernández. Únicamente los dos primeros tienen amplias posibilidades de lograr la candidatura a la presidencia de México. Sin embargo, a los otros dos, Ricardo casi seguro jefe de Gobierno de la Ciudad de México y Adán Augusto, fiel servidor del otro tabasqueño, se les pidió que tienen que hacer la finta, recorrer el país, simular que hay democracia interna en Morena, pero lo más importante que con su presencia a nivel nacional también aporten su cuota de militancia morenista que después deba trasladarse a quien resulté el elegido.
Es decir, sea el pinto o el colorado de todas maneras saldrán ganando Morena y el presidente mismo. El activismo político de los cuatro irá a un mismo costal en 2024.
Cualquiera de los dos que termine en la presidencia, sea Marcelo o Claudia, (sigo pensando que será esta última) va a seguir los principales criterios de la famosa Cuarta Transformación de López Obrador. Él está consciente de eso. Ya lo aseguró en una conferencia mañanera de la semana pasada. El que ocupe su lugar en Palacio Nacional va a imprimir un sello personal de gobernar. En ninguno de los casos está garantizado que prevalezca el radicalismo de Obrador, un radicalismo que tal vez era necesario para que el presidente pudiera romper con paradigmas que estaban muy arraigados entre la clase política mexicana.
Muchos creen que Marcelo garantizaría mayores libertades políticas y menor autoritarismo que Clau. Pero, lamentablemente para quienes piensan eso, AMLO tiene ahora la suprema capacidad de decisión en ese tema. A partir de hoy, él estará observando con una lupa lo que hagan y lo que digan los dos punteros para que, llegado el momento, se incline la balanza por quien le garantice más sumisión. alexmoguels@hotmail.com