El detective del reino
Didier Gómez Trujillo/Ultimátum
Había una vez, en un país lejano, un reino muy hermoso, con variadas luces de noche y mucho brillo en el día. Había en el reino dos castillos, uno de ellos bello como las luces de las ciudades y uno tenebroso a lo lejos. Arturo el príncipe se encontraba afeitándose al lado de su caballo, cuando levantó la mirada y vio a una bellísima chica acompañada de otra igual de hermosa. De repente, un enorme dragón apareció y agarró con sus afiladas patas de los cabellos a las dos doncellas.
¡Arturo no creía lo que estaba viendo! Subió a su caballo, todavía con el jabón y una herida de la navaja y sin pensárselo, galopó frenético hasta adentrarse al bosque, seguido de su guardaespaldas y fiel amigo Toñito, llegaron después de unas horas al gran Lago. Bajó de su caballo, lo amarró y cogió su espada de cacha de marfil y su cuchillo de corazón de diamante y se adentró a la orilla del bosque, bordeando el Castillo tenebroso en busca de aquellas chicas; que se sumarían a las otras desaparecidas, que desde hacía meses eran noticia en el reino. De paso buscar a la bella que le flechó el corazón.
El príncipe sin miedo alguno, intrépido y detective adolescente aficionado, entró a la mansión y vio al dragón dormido con una llave grande en la mano y al parecer a las chicas muertas en lágrimas detrás de unas pesadas rejas. El príncipe, con mucho cuidado, intentó tomar la llave, pero… ¡el dragón se despertó! Y lo miró furibundo. En ese momento antes de que le echarán la bocanada de fuego, recordó que tenía una espada en la mano y la clavó en la garganta de la bestia, el dragón tiró el manotazo y se la quitó y se levantó herido, tirando sin puntería la bocanada de fuego que empezó a quemar el castillo, el príncipe quedó tirado y a merced del dragón y hubiera perecido de no ser por su amigo que clavó una espada en la espalda del dragón, quien le dio un colazo enviando al guardaespaldas sobre la pared cayendo al lado de la chimenea malherido, el príncipe se levantó y abrazando al animal, le clavó el cuchillo de dureza de diamante en el corazón y lo mató al instante. Después de matar al dragón, el príncipe escuchó los sollozos de las jóvenes, que parecían eran de su amada.
Se acercó al lugar y, con la llave que le robó al dragón, consiguió abrir una puerta enrejada en la que estaba encerrada ahora supo una princesa y no una amiga, sino seis doncellas que serían devoradas por el dragón. El príncipe se enamoró nada más verla y le pidió matrimonio, ella aceptó y acordaron la ceremonia en el castillo del reino de sus padres. El príncipe cargó a su guardaespaldas herido en el caballo. Un mes después todo era fiesta en el reino después de la boda real. Y así vivieron felices para siempre.
MORALEJA: Los príncipes también pueden ser detectives, si se enamoran.
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