Por más que se vea lejos el 24, quienes tienen posibilidades de ser candidatos deben pensar desde ya qué van a hacer si ganan y particularmente con quién van a gobernar.
Marcelo Ebrard está tratando de ir un paso adelante presentando proyectos sobre seguridad y salud. No es fácil evaluarlos, porque necesitan tiempo para que se enfrenten a la terca realidad de la instrumentación, de esto hemos visto mucho.
Es previsible que en caso de ganar tendrá que replantearse muchos temas en función del estado de las cosas; lo que es importante es que se puso mano en las propuestas.
Las y los suspirantes no se han metido en la agenda. Están en la etapa de tratar de ser las reinas o los reyes de la primavera, quieren ser identificados y proyectarse en el imaginario colectivo. Nos hemos llenado esta semanas de palabras, intenciones, fotografías, memes, desacreditaciones, fuego amigo y todo lo que conllevan las precampañas que dicen que no lo son.
Lo que debe ser un asunto de preocupación colectiva es con quién va a gobernar quien salga triunfador en el 24. En Morena hay un desgaste y ausencia de cuadros, pero, sobre todo, existe una actitud reacia y distante a todo aquello que forme parte de un proceso de crítica y autocrítica, al final quien se atreve termina por ser descartado o menospreciado.
Algunas cosas han salido mal y no se ha reparado en ello. Pensar que tenemos un sistema de salud cercano al de Dinamarca es estar lejos de lo que pasa en las clínicas, pero lo que más llama la atención es que no se atiende lo que está pasando, incluso se pondera de manera singular a quienes encabezan el sector.
El multicitado vocero empieza a ser visto internamente de manera diferente. Marcelo Ebrard de plano se quedó callado cuando le dijeron si lo nombraría secretario de Salud, y Claudia Sheinbaum optó por decir que falta mucho para tomar una decisión.
Si la tónica va a ser igual que hasta ahora, de nuevo ganará la lealtad con 95% como si ésta y la capacidad no estuvieran de la mano o pudieran correr juntas. Seguimos sin ver escenarios adversos del todo para Morena, los cuales no necesariamente van de la mano de las cuentas alegres del Presidente. La hegemonía del partido mayoritario se mantiene, pero va a estar lejos de lo que pasó en el 2018.
Viendo los aliados de las corcholatas es de primera importancia preguntarse con quién va a gobernar el o la que gane. Algunos de los gobernadores que se han declarado por la corcholata favorita seguramente están pensando en que serán parte del gabinete, a pesar de que en sus estados estén llenos de problemas. Más de alguno se ha distinguido por su intransigencia y por seguir al pie de la letra las formas del Presidente, con la diferencia de que no son el Presidente.
El con quién gobernar es un asunto de primer orden, porque el proyecto de López Obrador está lejos de cuajar y en otros casos le llueven pendientes. En el 2024 los temas eje de campaña para cualquiera de las y los aspirantes serán, como lo son ahora: educación, salud y, sobre todo, seguridad.
La pregunta también adelantada es conocer quiénes encabezarán estas áreas cuando lo que hemos visto es un gobierno cerrado que no se abre a otras opciones para la gobernabilidad.
Todo indica que vamos de nuevo hacia los terrenos en donde las lealtades y las cuotas podrían definir al futuro equipo de gobierno con lo cual seguiríamos construyendo el país con 95% de lealtad y 5% de capacidad.
Así como Morena tendrá que pensar qué hacer, más allá de lo que diga su incuestionable líder, la oposición tiene que hacer lo propio, porque ganar y gobernar con los que el voto expulsó sería la misma gata terriblemente revolcada.