Luz de papel, poemario de Marisa Trejo
José Natarén/Ultimátum
Si bien la poesía, como cualquier creación, momento o manifestación del espíritu, es un hecho social y un producto de la época -del devenir colectivo- no es menos cierto que las condiciones vitales, ideológicas y psicológicas, asimismo, la historia del personal del artista, del poeta en específico, particularizan las orientaciones del pensamiento y el impulso creador que anima la obra, sus tonos y registros, las perspectivas de los temas y los grados de libertad que permiten la configuración del poema, corpus de la palabra original.
Marisa Trejo Sirvent (1956), poeta de Tuxtla Gutiérrez, francoparlante, poseedora de un bagaje cultural sólido, producto de la formación académica como de sus múltiples viajes y estancias en el extranjero, nos permite conocer algunas de las inquietudes de nuestro tiempo y de diversas latitudes del mundo occidental, no solo al sujeto lírico, a la protagonista de las diversas escenas y estampas que reúne en esta Luz de Papel, obra editada por el CONECULTA, que representa un acierto de la institución en el sentido que es apenas el segundo de libro de la autora publicado en Chiapas, desde que el Instituto Chiapaneco de Cultura, dirigido por el Dr. Andrés Fábregas Puig editó primer poemario de Marisa Trejo, Rojo que mide el tiempo, en 1991.
Como todo libro de poesía, Luz de papel significa un continuo diálogo, una sostenida escucha de la tradición, sobre todo de la nuestra, la de la lengua española, originada en los años del rey Alfonso X, El Sabio, y también un aprecio de los cánones de la lengua inglesa y, francesa, por la filiación francófila de la autora. Notemos los epígrafes elegidos por la poeta, que remiten a un catálogo de autores ineludibles: los Premios Nobel Saint-John Perse, (Marisa comparte la presencia del martiniqués autor de Anábasis con Rosario Castellanos y Elva Macías), T. S. Eliot y Octavio Paz; el mayor entre los orfebres, Ezra Pound: Bai Juyi, Cintio Vitier, Juan Bañuelos, Rosario Castellanos, Juan Gelman, Julio Cortázar, Juana de Ibarbourou, Miguel Hernández, Roque Dalton, Cesare Pavese, Olga Nolla, Ida Vitale. Por otra parte, es posible concebir que la luna de Luz de Papel evoca la luna del persa Khayam, la luna espejo de Borges y, ¿por qué no? La sangrienta luna de Quevedo, matrona de todos los poetas. Trejo Sirvent dice:
De pronto
la gran luna
espejo en sueños de plata
aparece en medio de la noche
Navega sobre el eclipse
de los techos de cobre
Un paréntesis: coincide esta reflexión sobre Luz de Papel con una relectura del Spleen de París, Los pequeños poemas en prosa de Baudelaire. La modernidad poética traspasada por la propensión a liberar al poema del rigor de la métrica, primando desde entonces, mediados del siglo XIX, el carácter acentual del verso. Asimismo, al desdoblamiento de la voz poética en otras, otros. En el sentido de la prosa, destaco un bello pasaje de “El último poema de Nueva York” de Luz de papel:
El ánfora egoísta de nuestra mirada (como habitantes
ingenuos del trópico) se llenó de los prismas de la tarde,
entre los huecos misteriosos de los edificios al surcar las
orillas umbrías de la bahía sordamente lejana
No muy lejos del cuaderno de viaje, participamos de las estancias y vivencias de la poeta en París, Venecia, Salamanca, La Habana, New York, en poemas escritos en una franja temporal de quince años, entre 2007 y 2022. Poemas principalmente escritos con un lenguaje directo, liso, llano, con un estilo decantado, seco que se resuelven felizmente, como en el caso del poema inaugural, “Habitación de hotel”, dedicado al poeta chino exiliado en el siglo IX Bau Juyi, y en cuyo final dice:
Nunca sembró un grano de arroz
y supo ser feliz a su manera
y ser tan inmortal/ (sin querer serlo),
y llegar desenfadadamente
a nuestro siglo.
Una actitud reflexiva y contemplativa, que manifiesta el momento posterior a la extrañeza de cualquiera de nosotros ante las múltiples posibilidades de la existencia; lo que puede ser, más que lo que es o debe ser, el vértigo de la libertad templado por la melancolía. Marisa tiene algo qué decir, inquietudes propias del genuino poeta. Palabras más, palabras menos, pero la poesía devendrá de la lectura de estos artefactos con vida propia, los poemas. Repito, artefactos, siguiendo a Roland Barthes. Ella dice:
Uno podría vivir en una casa cualquiera
podría amar hasta el desbordamiento
Uno podría ser mejor de lo que uno es ahora
Uno podría sembrar un durazno o una mandarina
y sería igual
el mismo ser humano
terrestre y celestial
a veces
cuando suenan las campanas lejanas
de ese sendero que parecía ir a la felicidad.
La fugacidad y la condición soberana del tiempo, el desgaste continuo de los seres y las cosas, también son tema del libro. Una muestra, del poema epónimo, “Luz de Papel”:
Todo, todo se va en niebla, hielo y trigo
Todo, todo se va perdiendo un poco
se va nublando todo, brusco y seco.
Los sueños y los hados, poco a poco,
emigran con el polvo de recuerdos.
Las palabras se van con la llanura;
se van también los reflejos furtivos.
Por otra parte, la poeta cumple su función y da voz a quienes la perdieron o nunca la han tenido, como en el poema “México, escribo desde Salamanca”, escrito a partir del terremoto de septiembre del 2017. Un fragmento para concluir estos apuntes:
Sus sombras van y vienen entre la
multitud que eleva las manos
pero nadie las ve
no se saben muertos
se sienten vivos
son muchos
demasiados
para la memoria
Sus párpados abiertos todavía
sus bocas en silencio
sus rostros hacia el cielo brumoso
Dicen palabras
Preguntan
Gritan
Enhorabuena a Marisa Trejo Sirvent por esta nueva entrega editorial.
TREJO Sirvent, Marisa. Luz de papel. Antología poética. CONECULTA -Chiapas, México, 2023. 96 pp.