La reconceptualización de la academia y el rol del Estado en la educación
Rodolfo L. Chanona/Ultimátum
El regreso a clases al ciclo escolar 2023-2024, inició con las controversias de los libros de texto gratuitos de nivel básico, a través de críticas por parte de especialistas y miembros de la comunidad educativa, que los consideraron como “un retroceso”, debido a la reducción de contenidos en materias básicas como matemáticas, literatura y la inclusión de contenido ideológico. Estos libros forman parte del modelo educativo implementado por el gobierno federal encabezado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, denominado “La Nueva Escuela Mexicana”; sin embargo, la discusión de los libros de texto no es un tema nuevo o característico de esta administración federal.
El artículo 3º. Constitucional, que contempla el derecho a la educación, es uno de los dispositivos de la carta magna, que más modificaciones ha sufrido a lo largo de su historia, obedeciendo lamentablemente en la mayoría de veces, a la direccionalidad impuesta por el régimen gubernamental en turno; toda vez, que, a través de este precepto normativo se ha venido sustentando las políticas educativas implementadas en la construcción de nuestro sistema educativo, ya sea centralizándolo o descentralizándolo, pero siempre dependiendo del proyecto nacional del momento.
Esta normativa constitucional, surgió de las exigencias expresadas en la Revolución, como parte de las aspiraciones sociales que le precedieron. Sus antecedentes y evolución, se ubican y adquieren sentido, en las transiciones históricas de nuestro país; precepto constitucional que se ha reformado en 11 ocasiones, su primera reforma fue en el año de 1934, durante el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas y su última se realizó en el año 2019, con la actual administración federal.
Unas de las reformas constitucionales que nos permiten evidenciar de forma más clara la direccionalidad impuesta, son las reformas del año 2013 y 2019; por ejemplo, la primera fue considerada como bastante ambiciosa y controvertida, siendo Presidente Enrique Peña Nieto, la cual estableció como premisa la “calidad en la educación”, de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y directivos, serían los componentes que garantizarían el máximo logro de aprendizaje de los educandos.
Y la del año 2019 se ha considerado como una contrarreforma, modificándose entre otros, el término “Calidad” por el de “Excelencia”, entendiéndose esta última, como el mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro del aprendizaje de los educandos para el desarrollo de su pensamiento crítico y el fortalecimiento de los lazos entre la escuela y la comunidad.
Del contenido de ambas reformas, podemos apreciar la direccionalidad impuesta para sustentar las políticas públicas educativas e ideológicas de dichas gestiones gubernamentales.
Nuestra Constitución, determina que la educación debe promover el conocimiento, el aprendizaje y la práctica de las humanidades, la ciencia, la técnica, las artes, la educación física y el deporte, con el fin de preparar para la vida y el trabajo y fomentar la solidaridad; es decir, el Estado debe promover el desarrollo científico y tecnológico del país.
Actualmente las políticas educativas deberían tener como prioridad el desarrollo, ya que vivimos en una era eminentemente tecnológica, cuyos protagonistas son los tecnócratas, técnicos, científicos y toda persona cuya actividad profesional y laboral esté íntimamente relacionada con industrias del conocimiento y actividades del pensamiento productivo. Por tal razón, la educación mexicana, se debe desplegar en un proceso planificado, integrado y participativo de innovación tecnológica, contando con el Estado, con el sector productivo y con la academia; lo que permitiría a mediano plazo, la transformación radical del país, resolviendo los agudos problemas que se padecen en el ámbito social y económico.
Esta titánica tarea presupone para comenzar, reconceptualizar el quehacer de la academia, el rol del Estado, los deberes y funciones del sector productivo, ante la realidad de la innovación tecnológica y dejar de querer ideologizar a la población de acuerdo a los proyectos políticos, que de nada ayuda al desarrollo del país.
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