El extraño caso de Movimiento Ciudadano es que después de tener aspirantes bien posicionados ahora parece no tener liderazgos internos que encabecen su proyecto de tercera vía electoral. Qué puede explicar que desde sus filas no haya logrado que crezca un rostro para su discurso “disruptivo” contra la vieja política y, en cambio, viaje a la deriva de saber si un externo como Marcelo Ebrard negocia o rompe con su partido.
No resulta fácil comprender la vida interna de un partido que intenta sobrevivir en solitario con un discurso alternativo a la polarización, pero con viejas formas políticas verticales y centralizadas de una dirección con dueño. Que rechaza unir fuerzas con la oposición contra Morena, porque ambas alianzas representan el pasado, pero se conduce con prácticas unilaterales de los partidos autoritarios que dejan poco espacio para nuevos liderazgos salvo los autorizados. Uno que rechaza a los mismos partidos y personajes que fallaron al país, pero se alimenta de desplazados y damnificados políticos de todos los colores, donde discurso y práctica coinciden poco.
Su dirección definió desde hace tiempo ir solos en 2024, con una narrativa que escape súbitamente de la lucha entre “antiobradorismo” y “antineoliberalismo”. La idea de generar una propuesta “disruptiva” con organizaciones civiles, como la iniciativa Mexicolectivo no cuajó del todo, pero le sirvió por igual para aguantar la presión de integrarse al Frente y resistir la bendición de López Obrador a su estrategia solitaria. Sin embargo, de poco le habría servido sin el control de la franquicia de su líder eterno, Dante Delgado, y peor suerte si no logra destapar un candidato que ponga rostro a su discurso.
A su estrategia, la amenaza la división interna de los que ven en ella un peligroso “aislacionismo” y empujan hacia la candidatura de Xóchitl, como el gobernador Alfaro de Jalisco. En esa postura hay intereses electorales locales y el temor a que la polarización los haga irrelevantes, pero la dirección nacional no la ha podido contrarrestar con una candidatura que despunte, y las que tenían se han ido bajando. Y, ahora, además reaparece en su imagen la del partido cacha externos enojados con sus partidos como Ebrard.
Las candidaturas del Frente y Morena han copado toda la escena en los últimos meses, mientras que MC pierde fuerza desde que se jactaba de que la aprobación a su política electoral en los sondeos los colocaba como segunda fuerza política, según sus estudios. Los actores de 2024 ya están en la carrera, pero MC ni siquiera ha definido el método de su candidatura por esperar a ver qué pasaba con aquéllos. La táctica corresponde a la vieja lógica de capitalizar escisiones de otros partidos, pero equivocada si pretendían el crecimiento de sus liderazgos. Y además sin verse reales espacios de debate colectivo interno para procesar y consensuar la candidatura, cuya decisión recae en la cúpula y su coordinador nacional.
Esa táctica es un limbo para el crecimiento de una candidatura. Sus cartas más fuertes se bajan, como Alfaro y Luis Donaldo Colosio. Inhibir su salto al ruedo abrió vacíos que, incluso, López Obrador aprovechó para lanzarles la candidatura de Samuel García; y que MC ha tratado de cubrir con el autodestape de Delgado junto con una lista de nombres que él mismo puso en la mesa. Los aspirantes internos mejor valorados no quieren una candidatura de sacrificio para no comprometer su futuro abandonando sus cargos si su momento será en 2030 más que el año siguiente, como Colosio Riojas o García.
En el caso de Ebrard, al contrario, tardó demasiado en decidirse a ir a la oposición. Por eso si rompe con Morena y MC lo recibiera con los brazos abiertos, atizaría la sospecha de acuerdos con el oficialismo para dividir el voto opositor. Además de que dejaría malestar interno, porque a su interior prefieren un candidato propio y creen que Ebrard puede costarles más de los puntos que les aporte.
MC tiene puestos los ojos en la Presidencia en 2030 más que en la elección del siguiente año. Pero cruzar 2024 con las formas de siempre, no sólo contradeciría su discurso contra la vieja política, sino que además perdería credibilidad su tercera vía como condición para su apuesta de consolidar una oposición fuerte con posibilidad de triunfo en siete años. Hoy tiene que luchar no sólo contra la polarización, sino también contra la mala fortuna de no tener candidato.