El cáncer de mama no es rosa
Enriqueta Burelo/Ultimátum
Durante el mes de octubre, empezaras a ver por todos lados lazos rosas, camisetas rosas, promociones de labiales, cremas, pulseras de cadenas comerciales, todo rosa, con el propósito de hacer presente el tema del cáncer de mama, pero también de paso promover sus productos y surge un movimiento que protesta por esta acción en 2002 por: “Es más poderoso que crear uno nuevo: pensar antes de sumarse al rosa; frenarse; pensar. ¿Por qué el cáncer de mama es la única enfermedad comercializada del mundo? ¿Por qué no hay campañas de recaudación para el cáncer de próstata ni mensajes en los packs de calzoncillos?”. Desde mi punto de vista es porque los senos forman parte de un imaginario erótico, mientras que otras partes del cuerpo son simplemente anatomía. Lo cierto es el que el lazo rosa que simboliza la solidaridad por el cáncer de mama, no siempre fue rosa.
De hecho, son muchas las voces las que critican esa derivación ya que proyecta una idea dulcificada o amelcochada como diríamos en Chiapas, de la enfermedad. Corría 1991 cuando en EEUU, Charlotte Haley, quiso llamar la atención sobre la inversión pública destinada a la prevención del cáncer. En ese momento el presupuesto anual del Instituto Nacional del Cáncer era de 1.800 millones de dólares, y solo se dedicaba el 5% a los cribados. El movimiento de Haley, va más de acuerdo con la lucha que mantenemos las feministas por un presupuesto con perspectiva de género en donde estén incluidas las necesidades de salud sexual y reproductiva de las mujeres y no de este toque de glamour y shopping que le imprimieron Alexandra Penney y Evelyn Lauder, aun cuando se agradece la visibilidad, la Torre Eiffel con luces rosas, es un símbolo de octubre y la lucha contra el cáncer de mama.
Con ese punto de partida reivindicativo, a Haley se le ocurrió que podía mover conciencias con un solo un gesto. Crearía lazos contra el cáncer de mama en su comedor. Y serían de tono melocotón., su color favorito. La intención era promover la prevención. Ella misma acababa de ser diagnosticada como otros miembros de su familia. El lazo adoptó forma de pulsera y comenzó a repartirse entre los vecinos: asociaciones, supermercados, colegios, tiendas, etc… Junto a la pulsera se incluía un papelito en el que se podía leer: “Ayúdanos a despertar a los legisladores y a EEUU llevando este lazo”.
Fue tal la repercusión que llamó la atención de Alexandra Penney, ella era la editora jefa de la revista ‘Self ’, y en 1992 mientras estaba escribiendo sobre el mes de octubre y su homenaje a la lucha contra el cáncer de mama decidió contactar con Hayley. Esta rechazó su oferta porque era demasiado comercial. Así que la revista sacó su propio lazo: el lazo rosa que ahora conocemos.
Es muy frecuente que las mujeres, nos preguntemos: ¿Por qué realizarse un estudio para la revisión de las mamas anual? y suelo responder: que cuando en un país se indican controles cada cierto tiempo es porque esa patología en particular se encuentra con una alta incidencia. Siendo esto una cifra alarmante, nos hace pensar en la falta de equipos de mastografos y tomógrafos para los diagnósticos en la red pública de salud.
No obstante, en el día a día de las consultas y las redes sociales también se suele escuchar muchos mitos alrededor de los estudios que se deben realizar “¿para qué me la hago?”, “si tengo prótesis no debo hacerme la mastografía, porque se pueden romper y ocasionarme un cáncer’, “la mastografía es peligrosa y si es realizada anualmente, puede producir cáncer de mama”, “la mastografía es dolorosa”, “solo debe realizarse en mujeres con antecedente familiar de cáncer de mama”, “si no me palpo nada no es necesario realizarse el estudio” y así, un sin fin de mitos que también forman parte del no cumplimiento de un chequeo a tiempo.
Una mastografía no solo la deben realizarse mujeres con antecedentes familiares con cáncer de mama, porque la realidad es que solo un 10% de esas pacientes son diagnosticadas con esta enfermedad y el 90% la presenta sin tener ningún antecedente familiar. Por otro lado, no es cierto que, si no te palpas nada, quiere decir que todo está bien, a veces ni siquiera el médico puede lograr palpar pequeñas tumoraciones que únicamente se pueden diagnosticar o ver a través de imágenes como las que nos muestra la mastografía y la ecografía mamaria.
De esta manera se hace importante y prioritario comenzar la realización de estos estudios a partir de los 35 a 40 años de edad, y luego realizarlos anualmente, para así, hacer la verdadera prevención, pero además obtener un diagnóstico precoz que lleve a un buen pronóstico de cura de la enfermedad. Con esto, no quiero decir que no sea importante tocarse, pero si es fundamental complementar con los estudios respectivos.
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