En las memorias del Holocausto está la travesía del trasatlántico St. Louis, que zarpó el 13 de mayo de 1939 del puerto de Hamburgo (Alemania) rumbo a Cuba, llevando a bordo a 937 judíos que intentaban escapar del terror nazi, pero fue un viaje de esperanza que se convirtió en tragedia, porque después de que los gobiernos de Cuba, Estados Unidos y Canadá se negaron a recibirlos, el barco tuvo que regresar a Europa, donde 254 de sus pasajeros morirían en campos de concentración. El drama del St. Louis ha sido recogido en varias obras literarias. Destacan las novelas “La niña alemana” de Armando Lucas Correa (2016), “El viaje de los condenados” de Herz Bergner (1946) y “El viaje de los malditos” de Gordon Thomas y Max Morgan – Witts (1977), en que se basó la película del mismo nombre del director Stuart Rosenberg. Antes hubo otra travesía trágica, la del barco Orinoco, que llegó el 22 de octubre de 1938 a Veracruz, con 22 “turistas” judíos, pero las autoridades mexicanas no los dejaron desembarcar.
De Estados Unidos llegaron solicitudes dirigidas al presidente Lázaro Cárdenas; en la ciudad de México, la Cámara de Comercio Israelita solicitó que fueran admitidos temporalmente y el Comité Pro Refugiados envió un delegado al puerto, pero todo fue inútil. Los judíos fueron devueltos a su terrible destino en Europa; todos, menos uno, el abuelo de Mario Nudelstejer, que, en una crónica publicada en la página Enlace judío, expresó: “no sé cómo pudo desembarcar, pero gracias a su audacia y valentía, sus hijos y nietos existimos”.
El mes anterior, en el mismo barco, habían llegado otros refugiados judíos que tuvieron mejor suerte, ya que sí pudieron desembarcar. En este grupo llegó Elsa Polack, madre del actor mexicano Enrique Novi, que un video narró las peripecias que ella y su mamá confrontaron para abordar el navío que les salvaría la vida. Ambas estuvieron a punto de quedarse en el puerto de Hamburgo, sus pertenencias habían sido arrojadas por la borda, pero la noche del 30 de septiembre de 1938 se firmaron los Acuerdos de Munich, donde los gobiernos de Francia y el Reino Unido accedieron a que la Alemania nazi se anexionara los Sudetes.
Esto retrasó el inicio de la Segunda Guerra Mundial, pero además permitió que doña Elsa y su madre abordaran el Orinoco. La prohibición para el desembarco de 21 refugiados judíos del Orinoco, contrasta con la llegada del vapor Sinaia con casi mil 600 refugiados españoles en 1939, y es un hecho significativo, ha señalado la doctora Daniela Gleizer, autora de “El exilio incómodo” (El Colegio de México/UAM, 2011), para mostrar los contrastes de la política migratoria Cardenista ante el exilio español y el judío.
Tan es así, escribió, que a veces parece difícil de creer que México haya sido el mismo país en uno y otro caso, el que abrió las puertas al primero y prácticamente las cerró al segundo. En lo que toca a la historia del Orinoco, fue incautado en el puerto de Tampico por el gobierno mexicano en abril de 1941y sus tripulantes enviados a la prisión preventiva de Perote (Veracruz). Después, el barco fue cedido a los estadounidenses para el transporte de tropas durante la guerra. RDM