Pocas personas tienen el privilegio de dormir en un palacio. Históricamente la monarquía lo ha logrado mientras el pueblo es quien mantiene los enormes costos que conllevan este tipo de instalaciones. El Presidente de México es uno de esos afortunados. Bajo el pretexto de que la casa presidencial en Chapultepec debía ser un lugar de recreo para la gente, se mudó al mismo palacio en el que habitaron, entre otros, Hernán Cortés, Agustín de Iturbide y Benito Juárez. Parece que esos aires palaciegos han hecho que pierda contacto con la realidad. Por eso, mientras el Presidente dormía en su palacio llegó un huracán que destruyó completamente Acapulco y, en uno de sus desplantes, dijo que a “México no le fue tan mal con Otis”. La realidad es que el panorama es devastador y todavía no hemos podido dimensionar la tragedia. Los muertos seguramente se cuentan por cientos y la infraestructura del puerto prácticamente es inexistente. Algo muy parecido a lo que ocurrió con la pandemia de covid-19.
El mandatario dijo que esa enfermedad, que mató a unas 700 mil personas en el país, le había “venido como anillo al dedo”. Inexplicable. Y aunque también prometió que ningún árbol sería talado en la construcción del Tren Maya, a la par que él pasea en ese edificio adornado por murales de Diego Rivera, la selva es arrasada sin ningún control, según han documento diversos activistas. Como si las paredes en las que se resguarda lo blindaran también de la cruda realidad. Ojalá ahí se quedara la historia, pero no es así. Mientras duerme en su palacio el Presidente que afirma que en México ya no existen masacres, el crimen organizado asesina a 13 elementos de la policía de Coyuca de Benítez, en Guerrero. Situaciones como esas ocurren todos los días en un país controlado por las organizaciones delincuenciales.
Pero el mandatario, custodiado por el Ejército en su palacio, no ha entendido que en México, diariamente, ocurren cerca de 100 asesinatos, de los cuales se resuelven menos del tres por ciento. Lo mismo pasa con la salud de millones de personas que se tienen que atender en los hospitales públicos que hoy tienen desabasto de medicinas y falta de mantenimiento. Elevadores que no sirven, plantas de luz sin gasolina y colas interminables para atender a los enfermos. Y las tragedias son barridas bajo la alfombra. Pero para los habitantes de los palacios, como los Castro de Cuba y los Maduro de Venezuela –regímenes muy cercanos al lopezobradorismo–, la venia del pueblo es simplemente un concepto que usan para legitimar su estilo de vida y el despilfarro de recursos públicos. Mientras duerme en su palacio el Presidente, miles de mexicanos son afectados por su falta de preparación y la inexperiencia de su equipo. Puede presumir su popularidad, pero lo cierto es que terminará su administración como uno de los sexenios más desastrosos de la historia moderna del país.