RENÉ ALBERTO LÓPEZ
La carrera de Octavio Romero Oropeza en las filas del Obradorismo comenzó previo a las elecciones de 1994, cuando compitieron por la gubernatura Andrés Manuel López Obrador, abanderando al PRD; Roberto Madrazo, representando al PRI y Juan José Rodríguez Prats por el PAN.
Esas elecciones los números del entonces Instituto Electoral de Tabasco le dieron el triunfo al priísta Madrazo Pintado, y López Obrador, por segunda ocasión, alegó fraude en su contra, pues en 1988 había sido derrotado por el también priísta Salvador Neme Castillo.
Así, previo a esa polémica elección conocimos a Octavio Romero Oropeza en un pequeño mitin que encabezó López Obrador, en La colonia Tamulté, casi en los límites con Atasta, en la ciudad de Villahermosa.
Al terminar el acto, este reportero estaba cerca de Romero, quien lamentó que los seguidores de AMLO se subieran al toldo de su camioneta para observar el acto político. El viejo vehículo lo utilizaba para distribuir un refresco de manzana, no recuerdo bien si era de la marca Peñafiel o Balseca. “Estos cabrones ya maltrataron mi camioneta”, dijo el mini empresario refresquero recién llegado a las filas opositoras.
Romero Oropeza colaboraba en esos tiempos en el programa de radio Telerreportaje con comentarios firmados con el seudónimo de Jody, en los que criticaba y ridiculizaba al gobierno en turno. Esto atrajo la atención de López Obrador, y así conoció a Romero Oropeza, primo de los hermanos Sibilla Oropeza, productores del acreditado programa radiofónico. Por cierto, en esa elección fue inscrito como diputado federal por la vía plurinominal y logró una curul en San Lázaro.
Así, tras la histórica protesta del PRD en Plaza de Armas por el “frade electoral” en la jornada comicial del 20 de noviembre de 1994, desalojada con violencia el 19 de enero de 1995 por la huestes del PRI apoyadas por la fuerza pública, en marzo de ese mismo año López Obrador y un grupo de seguidores iniciaron otro “Éxodo por la Democracia” al entonces Distrito Federal. La primera caminata de este tipo la realizó en 1991 en contra de Neme Castillo, ahora el blanco era Roberto Madrazo.
Cuando esta marcha avanzaba a la capital del país ya en territorio de Veracruz, fue en el tramo de la carretera Catemaco-San Andrés Tuxtla, donde este reportero caminaba a lado del ungido diputado federal Romero Oropeza, quien lucía unos blanquísimo tenis marca Nike, que contrastaban con las chanclas y pies desnudos de otros participantes en la intensa caminata.
De pronto, limpiándose con un paliacate el sudor que le chorreaba por frente y brazos y visiblemente sofocado, comentó en voz alta: “Qué madre ando haciendo yo acá, cuando estuviera en Villahermosa vendiendo tranquilamente mis cajas de refrescos”.
Otra anécdota digna de contarse se dio la noche del día en que se llegó a la ciudad de San Andrés Tuxtla. En torno de una mesa de un pequeño restaurante del hotel, estaban sentados López Obrador, Chuy Falcón, el entonces senador Félix Salgado Macedonio, el diputado Octavio Romero y este reportero. En un momento dado Romero comentó que se tenía que trasladar al Distrito Federal para estar en sesión de la Cámara de Diputados. Entonces López Obrador le dijo: “Para que vas, si todos los diputados sólo llegan a levantar el dedo”.
Por cierto, en ese lugar este reportero que cubría la crónica de la marcha para el diario La Jornada, recibió la orden de regresarse a Villahermosa –después de acompañar a los marchistas desde Villahermosa a San Andrés– mi lugar lo ocuparía la reportera Rosa Icela Rodríguez, entonces reportera de La Jornada, hoy secretaria de Seguridad Pública del gobierno federal, quien seguiría cubriendo la marcha hasta la capital del país.
Casi a la media noche me despedí de Rosa Icela y de la compañera reportera gráfica Elsa Medina y me dirigí a la terminal del ADO para retornar a Villahermosa. Por cierto, en el camino a la estación de autobuses reparé en que no me alcanzaba el dinero para el pasaje de regreso, y me dirigí a un estacionamiento donde dentro de un viejo Volks Wagen dormía Tomás Brito, tenía su cargo animar los mítines a través de un micrófono. El activista, amigo de toda la vida, me colaboró para el pasaje.
Así, Octavio Romero se convirtió en otro de los hombres leales a López Obrador, de tal modo que cuando fue dirigente nacional del PRD, allá por el año 2003, el que le manejo las finanzas fue Romero Oropeza, quien por esos días al referirse a López Obrador, a sus espaldas le decía “el licenciadito”.
Una noche después de tomar café en un Sanborns de la Ciudad de México, AMLO decidió ir a visitar a la directora de La Jornada, doña Carmen Lira. En la camioneta iban además de López Obrador, chuy Falcón al volante, Octavio Romero, Armando Guzmán corresponsal de la revista Proceso y este escribidor.
López Obrador se tardó una eternidad platicando con la directora. Afuera Octavio Romero y Chuy Falcón se desesperaban por la tardanza, tiempo en que consumieron más de una cajetilla de cigarros. “Qué se ha creído el licenciadito”, rezongaba Romero.
Es tanta la confianza de López Obrador depositada en Romero Oropeza, que en el gobierno del Distrito Federal lo nombró Oficial de Gobierno, con el manejo de miles de millones de pesos, y ya en el actual gobierno federal, contra todas las críticas, hizo director de Petróleos Mexicanos al ingeniero agrónomo.
Bien, quise con dos recientes entregas retratar a los dos hombres leales a López Obrador, desde los años difíciles de la oposición, cuando tuvieron que remar contra corriente. Por eso, Javier May y Romero Oropeza son dos de las cartas fuertes que tiene Morena (el Presidente) para el estado de Tabasco en el 2024.
(Anexo en esta columna una foto del Éxodo por la Democracia del año 1995. En la imagen se ve al frente del contingente a López Obrador y al entonces senador Félix Salgado. A un lado, camina, mochila en hombro, el reportero de La Jornada que cubrió ese tramo de historia).
Ahí se las dejo.