A pesar de que el Presidente pueda tener la última decisión, en caso de que de la segunda terna no salga la nueva integrante de la Corte, sería muy importante que en el Senado tengan claro que lo más conveniente son los acuerdos que alcancen con base en la política y la evaluación sobre las capacidades de las aspirantes. Dejar sin acuerdos la situación por la falta de acuerdos lleva a que el Presidente sea quien defina quién será la ministra. Al mismo tiempo, será la evidencia de la incapacidad para ponernos de acuerdo llevando todo a juegos de vencidas que no ayuda en nada. Es sabido que las ternas propuestas por el Presidente se caracterizan por estar integradas por mujeres que tienen alguna identidad con el tabasqueño, se habla por ello de la idoneidad.
Si el Presidente tiene la atribución de presentar ternas es lógico que esto suceda. Los otros aspectos que deben considerarse con las ternas tienen que ver con la capacidad de quienes las integran para definir con el mayor número de elementos posible. Las candidatas tienen cercanía con el Presidente y así lo han reconocido. Esto no es nuevo, basta recordar la gran cercanía de Arturo Zaldívar con Felipe Calderón motivo por el cual el expresidente lo propuso para la Corte, la historia posterior de Zaldívar es otra cosa.
La importancia de que se logren acuerdos en el Senado deriva en que la eventual nueva ministra entenderá que su designación se debe a un acuerdo colectivo, lo cual seguramente le obligará a atender de manera regular todas las propuestas y cuestionamientos de las fuerzas políticas en su conjunto. Para designar a la nueva ministra se requiere que las aspirantes tengan un conocimiento exhaustivo en el terreno constitucional y de todas las leyes que de ella emanan. Deben tener evidencia de su autonomía, compromiso y libertad. Las cuatro mujeres que han integrado las ternas tienen probada capacidad.
En uno de los casos existe una controversia sobre si la consultora jurídica de la Presidencia es integrante del gabinete, lo cual haría imposible su participación en el proceso. Sin embargo, en la primera terna el problema no estuvo en este caso. Lo que pasó es que Morena y sus aliados no se pusieron de acuerdo a la mera hora, porque si así hubiera sido es probable que la oposición hubiera considerado a quien tenía el mayor número de votos de quien cumple el perfil. Las y los senadores de Morena y aliados incumplieron un acuerdo interno.
A la hora de la votación aparecieron las divisiones, Bertha Alcalde no alcanzó una mayoría que se iba asomando y que quizá hubiera tenido el visto bueno de algunos senadores de la oposición. Si Morena quiere que haya ministra, lo que tiene que hacer es cumplir sus acuerdos. La oposición no puede buscar un revés para el Presidente, porque si ninguna de las integrantes de la segunda terna es aprobada la decisión es del tabasqueño. El asunto es de importancia estratégica, porque la futura ministra estará en el cargo 15 años, los cuales serán determinantes para el proceso de transformación del Poder Judicial.
Se requiere de ministras y ministros comprometidos y que sepan que una cosa es quién los propone y otra muy distinta es lo que les corresponde hacer. No pareciera que tenga sentido alargar el proceso. La oposición tiene que hacer su tarea, en tanto que en Morena se tienen que poner de acuerdo y no incumplir sus acuerdos internos a la mera hora; sería lamentable que estuviera rondando el espíritu de cuotas y cuates. En la forma de elegir a la nueva ministra está su fortaleza o debilidad.