Todo sigue igual o peor que hace treinta años
Alejandro Moguel/Ultimátum
Casi nadie traía teléfonos celulares. La mayoría de los reporteros y corresponsales tenían teléfonos fijos de casa, nada más. Por tanto, las comunicaciones eran bastante difíciles en la noche del 31 de diciembre de 1993.
Todo mundo se preparó para pasarla con la familia o para irse con los amigos, como se acostumbraba y se sigue acostumbrando en la actualidad, para despedir al año viejo y darle la bienvenida al Año Nuevo.
Yo me quedé en casa de unos familiares míos a dormir la noche del 31 de diciembre. A las 10 de la mañana decidí regresarme a casa y cuando llegué, ya tenía yo registradas unas 10 llamadas de la jefa de corresponsales de Radio Red Jhovana Plata, quien me andaba buscando para mandar reportes sobre lo que estaba pasando en Chiapas.
Al llegar a casa, la televisión estaba encendida. Jacobo Zabludovsky estaba a cuadro y a su lado estaba un mapa de Chiapas que mostraba los cuatro municipios que habían sido tomados por el ejército zapatista de liberación nacional: Ocosingo, Las Margaritas, San Cristóbal de las Casas y Altamirano.
Hasta ese momento todos estaban aturdidos. Las autoridades fueron sorprendidas en la madrugada del 01 de enero de 2024. Las cabeceras municipales de esos lugares habían sido tomadas por ese grupo insurgente. Sus líderes ya habían leído un comunicado en el que le declaraban la guerra al ejército mexicano y al sistema político de aquel entonces que estaba representado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido preponderante en aquella época.
Nadie sabía a ciencia cierta de qué se trataba. Nadie sabía quiénes eran esos insurgentes. Había guerrilla en Guatemala y muchos pensamos que algo parecido estaba pasando en Chiapas.
Sin embargo, no tardamos mucho en saber de qué se trataba.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) cita los siguientes datos: “En la fecha en que el gobierno federal, encabezado por Carlos Salinas de Gortari, se disponía a celebrar la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en la madrugada del 1° de enero de 1994, los insurgentes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tomaron por las armas cinco cabeceras municipales del estado de Chiapas: San Cristóbal de las Casa, Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo y Chanal.
“Los zapatistas, como serían conocidos públicamente, provenían de los pueblos tzeltal, tzotzil, chol y tojolabal, todos ellos de la familia maya. Aunque su objetivo último consistió en la transformación revolucionaria de México en una república socialista, los rebeldes demandaron entonces trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.
“Como respuesta, el gobierno federal envió al ejército a sofocar la rebelión. Los combates entre ambas fuerzas duraron 11 días. A partir del 12 del mismo mes el gobierno y el EZLN iniciarían acercamientos con el fin de buscar solucionar el conflicto por la vía del diálogo. Se establecieron las mesas de diálogo de San Andrés Larráinzar, las cuales se mantuvieron durante el sexenio de Salinas y continuaron con el de Ernesto Zedillo.
“Sin embargo, los zapatistas rompieron el diálogo debido a la propuesta de reformas constitucionales del gobierno federal, que no respetaba comprometidos en los acuerdos de dichas mesas. Zedillo respondió con una nueva ofensiva militar, se emitieron órdenes de aprehensión contra los dirigentes del EZLN y el hostigamiento contra las comunidades zapatistas. La sociedad mexicana, en apoyo a los zapatistas, rechazó las acciones violentas y se manifestó inmediatamente a lo largo del territorio nacional en marchas y movilizaciones exigiendo paz y diálogo, también a nivel internacional se generó una intensa presión que se consolidó en la formación de organizaciones de solidaridad con el movimiento zapatista principalmente en América, y Europa, ocasionando que el gobierno mexicano diera marcha atrás parcialmente en las agresiones. Sin embargo, a 30 años del levantamiento del EZLN muchas de sus demandas aún no han sido resueltas”, cita el organismo.
Hay muchos analistas quienes piensan que treinta años después, las poblaciones indígenas siguen estando iguales o peores que antes del levantamiento armado, ocurrido en 1994.
Los orígenes político-militares del EZNL se encuentran en las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN). Esta última era una organización clandestina formada a finales de los años 60 en el norte de México, inspirada en la revolución cubana. Las FLN organizaron una lucha guerrillera con el fin de lograr la construcción del socialismo en México. Pero tiempo más tarde a principios de los setenta, terminaron con sus actividades de manera abrupta cuando su estructura en la ciudad de México fue descubierta por las fuerzas de seguridad del Estado y muchos de sus militantes, tanto en Chiapas como en la ciudad de México, fueron brutalmente asesinados.
Sin embargo, sus sobrevivientes no se dieron por vencidos y lograron reorganizarse e instalarse en 1983 en Chiapas, persiguiendo los mismos objetivos. Pero, para poder alcanzar sus objetivos, formaron el EZLN y una base social que lo sostuviera.
La guerra fue declarada contra el sistema priista que en su momento representaba Carlos Salinas de Gortari. Ese mismo año, en 1994, hubo elecciones presidenciales y las volvió a ganar el PRI.
Tres años después, el tricolor perdió la mayoría en las dos cámaras legislativas y en el 2000, el Partido Acción Nacional (PAN) y Vicente Fox Quesada sacaron al PRI de Los Pinos quien, desde cuando era candidato prometió que iba a resolver el conflicto zapatista en 15 minutos. Jamás cumplió y hoy, treinta años después, nada importante ha cambiado en las comunidades indígenas.
El movimiento del EZLN está apagado, desaparecido del escenario político nacional e internacional. Nada nuevo hay y, difícilmente, esa agrupación volverá a tener el peso internacional que tuvo en su momento.
alexmoguels@hotmail.com