Nunca se dio cuenta que cada palabra proferida de su desenfrenada boca, es capaz de causar daño a todos los habitantes de México.
✍🏽Eugenio Hernández Sasso
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es semejante a esos hombres que, con su mal ejemplo, modelan niños malcriados, rebeldes a la autoridad, que no obedecen a nadie y tampoco aceptan reglas de ninguna clase.
Casi se le acabó el sexenio y el tabasqueño nunca entendió la magnitud del cargo que ostenta, tampoco la investidura que representa. Nunca se dio cuenta que cada palabra proferida de su desenfrenada boca, es capaz de causar daño a todos los habitantes de México.
Se le olvidó que el 1 de diciembre de 2018, al rendir protesta ante el Congreso de la Unión, declaró que guardaría y haría guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanan, y si así no lo hiciere la nación debería demandárselo.
Bueno, es tiempo de que los mexicanos le reclamen a través de su voto el 2 de junio, el no haber cumplido con este decreto que hizo desde la máxima tribuna del pueblo.
En primer lugar, no ha respetado la Constitución porque la quiere destruir para crear otra que vaya, como él mismo lo ha dicho, a favor de una minoría rapaz.
Además, ha querido apropiarse de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para que no haya quien defienda, precisamente, la Constitución que otorga garantías a los mexicanos.
Es más, se proyectó como el dictador que realmente es, el día que la periodista Jésica Zermeño lo encaró por exponer los datos personales de la corresponsal del periódico The New York Times en México, Natalie Kitroeff.
“Por encima de la ley está la autoridad moral, la autoridad política del presidente”, aseveró López Obrador. Imagínese tal aberración.
Esto sonó como aquella joya expresada por el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, en lo más álgido de la pandemia de COVID-19: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”, porque en ese entonces se negó rotundamente a usar cubrebocas y suspender sus giras.
El día que reveló la información del contacto telefónico de la periodista estadunidense en México, el mandatario estaba enfurecido porque aludían a sus hijos en una presunta investigación relacionada con dinero procedente del crimen organizado.
El presidente de México violó la Ley General de Protección de Datos Personales, la cual emana de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Esto quiere decir que no respetó su juramento y, además, mintió al pueblo. Violó uno de los tres principios rectores de la cuarta transformación.
Se le olvidó totalmente al oriundo de Tepetitán, Macuspana, que en múltiples ocasiones ha repetido que “al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie”. Desafortunadamente es el primero que está fuera de esta fórmula.
Entonces, siguiendo su fantástico ejemplo, alguien, probablemente cercano a uno de sus hijos, reveló el número del vástago presidencial, que, dicho sea de paso, se volvieron intocables para quien dijo que no respondería más que por su descendiente menor de edad. Volvió a mentir.
Este mal ejemplo cundió en el país cuando empezaron a ventilarse los contactos telefónicos de personajes representativos del actual régimen, hasta el de la candidata presidencial Claudia Sheinbaun salió a la luz, quien se quejó de que la habían insultado y amenazado, lo cual delató que también tiene “algunos” malquerientes.
La cuestión es que, mediante la influencia presidencial, cualquiera puede violar la ley y decir que por encima de ella está su libertad, su autoridad moral y política. Podemos vivir majestuosamente en una total anarquía y el presidente no tendría derecho a decir absolutamente nada.
SASSÓN
Uno de los motivos por los cuales abunda la delincuencia es por la rebeldía, ésta se genera por el mal ejemplo que se modela en casa. Si en México hay una gran cantidad de personas que viven al margen de la ley y matan sin piedad, los dichos del presidente López no ayudan en nada a disminuir esta situación.
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