“Si hay una persona de cuya lealtad AndrésManuel no duda de ella es Claudia Sheinbaum”.
El primer mensaje apareció el lunes, después del primer debate Presidencial, cuando la Rayuela, el breve editorial de La Jornada, apuntó: “¡Claro que tengo padre!, sostenía la adorada mano. Si no, ¿cómo estaría aquí?”.
Al tercer día, el miércoles se publicó un segundo mensaje cifrado en la Rayuela, al viejo estilo de Pancho Galindo Ochoa y Carlos Denegri en el “Fichero Político del Excélsior: “Fue tanta la preocupación por ganar la batalla que se olvidaron de los logros conseguidos por un fuerte liderazgo y muchos leales profesionales, ¡que vaya que los hubo!”.
¿Qué significa eso? No lo sé, escribió Federico Arreola. Hizo referencia a Raymundo Riva Palacio, articulista de El Financiero y a Carlos Loret de Mola, que utilizaron los mensajes como una demostración de que hay conflictos entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y la candidata presidencial Claudia Sheinbaum.
“Hay pleito”, afirmó Riva Palacio y Loret advirtió: “Para los que piensan que Claudia Sheinbaum se manda sola, para los que divulgan que si gana la Presidencia se va a distanciar de López Obrador y ella será la del mando…bastaron un par de Rayuelas en “La Jornada” para meter a la candidata en cintura y desmentir cualquier asomo de autonomía”.
En respuesta, Arreola en su artículo en Sdpnoticias, afirmó: “Si hay una persona de cuya lealtad Andrés Manuel no duda de ella es Claudia Sheinbaum” y respecto a las Rayuelas, consideró “que solo fue excesiva creatividad periodística y que algún editor se sintió más amlista que AMLO y echó mano a sus fierros para ponerse a pelear con la candidata”.
López Obrador se vio obligado a tratar el tema en la mañanera del viernes, señalando a quienes buscan “amarrar navajas” al imaginar “que me inconformé con una de las candidatas, que dicho sea de paso la quiero mucho, mucho, mucho…”
De esta manera, en el contexto del posdebate, surgió un problema hermenéutico sobre la interpretación de las Rayuelas, respecto a una ruptura entre López Obrador y Sheinbaum, algo que en la lógica del poder, sucederá tarde o temprano, aunque se mantenga una continuidad con sello propio.
Siempre “será un honor estar con obrador” ha señalado Sheinbaum, pero “si gano la presidencia, gobernaré yo, nadie más” (24 de marzo en Puerto Escondido, Oaxaca).
Sin embargo, más allá de los bastones de mando y la entrega de la banda presidencial, que son actos formales, la inevitable ruptura de la sucesión en la tradición política mexicana, no se anuncia sino que casi siempre se percibe en una frase o en un acto, que sorprende aunque intente disimularse, como un parricidio, en términos de la Rayuela.
Así fue interpretado el minuto de silencio en memoria de los estudiantes asesinados el 2 de octubre de 1968, que guardó el candidato Luis Echeverría en la Universidad Michoacana, el 23 de noviembre de 1969, igual que el discurso de Luis Donaldo Colosio, el 6 de marzo de 1994, en el Monumento a la Revolución.
También hubo ruptura, aunque no en la misma forma, entre Vicente Fox y Felipe Calderón, cuando éste renunció sorpresivamente a la Secretaría de Energía en 2004 y, contra los deseos del jefe del Ejecutivo, se adelantó para postularse como candidato del PAN a la presidencia de la República.
No es fácil dejar de ejercer el poder. El fundador del PNR, Plutarco Elías Calles, llamado el Jefe Máximo, intentó manterlo al designar a practicamente todo el primer gabinete de Lázaro Cárdenas, hasta que éste logró fortalecerse con el corporativismo del PRM y les pidió su renuncia a los callistas en 1935.
Calles siguió presionando con declaraciones contra la política cardenista. Hasta que ocurrió lo inevitable. El 9 de abril de 1936, Calles fue notificado de que lo esperaba un avión para llevarlo fuera del país.