Villahermosa, capital del estado de Tabasco, es una ciudad proclive a inundarse. En años anteriores sus habitantes han sufrido verdaderas catástrofes en temporada de lluvias; sin embargo, los actuales gobernantes prometieron rescatarla de esa amenaza no tan natural, porque regularmente se presenta por el mal manejo de las presas del Alto Grijalva.
Todos recuerdan la catástrofe del 27 de octubre de 2007. Ese año la capital villahermosina duró casi dos meses entre el agua y las pérdidas fueron superiores a los 50 mil millones de pesos en todo el estado, además de registrarse más de un millón de damnificados. Fue todo un desastre.
Entre los factores que generan las inundaciones de la planicie tabasqueña destacan el sistema de ríos que bajan de la sierra; el curso del río Grijalva, por ejemplo, pasa por las inmediaciones de Villahermosa, y el río Usumacinta por la zona de Los Ríos. Ambos generan escurrimientos sin control que se intensifican con los desfogues de las presas.
En 2020, la más reciente inundación que sufrió Tabasco con el gobierno de Morena en el estado y Andrés Manuel López Obrador en la presidencia, dejó también miles de personas afectadas y una gran parte de la superficie entre el agua.
El motivo, las presas de Angostura, Chicoasén, Malpaso y Peñitas se encontraban a tope y había que aumentar las “turbinaciones” para desalojarlas y evitar que se colapsaran. Eso pudo haber sido peor.
No se puede negar que se han hecho obras de contención para evitar consecuencias, pero el mismo presidente López Obrador reconoció que el problema tiene que ver con la generación de electricidad y los intereses de las grandes empresas y el gobierno conservador. O Sea, el anterior.
Entonces, en 2020, cuando Adán Augusto López Hernández todavía no había pedido licencia al Congreso del Estado para irse como secretario de Gobernación, acusó a la Comisión Federal de Electricidad de provocar inundaciones en los municipios de Nacajuca, Jalpa y Cunduacán, por la indebida extracción de agua que hizo la empresa pública de la presa Peñitas.
Es más, López Hernández amagó con denunciar a Manuel Bartlett por la irresponsabilidad en la que había caído, pero nunca se imaginó que su jefe López Obrador defendería al funcionario federal, y hasta osaría en aceptar que decidieron inundar a los más pobres.
Durante un sobrevuelo por el río carrizal, el presidente de México dijo: “tuvimos que optar, entre inconvenientes, no inundar Villahermosa y que el agua saliera por el (río) Samaria, por las zonas bajas, desde luego le perjudicó a la gente de Nacajuca, los chontales, los más pobres, pero teníamos que tomar una decisión”. Claro, primero los pobres.
El asunto es que en el presente año ya empezó la temporada de lluvias y habría que ver si en realidad se tomaron las medidas pertinentes para evitar consecuencias catastróficas, porque apenas este domingo, Heriberto Montes Ortiz, gerente de Aguas Superficiales e Ingeniería de Ríos de la Conagua, informó que en el Sistema Hidroeléctrico del Grijalva la presa Peñitas se encontraba a 84 por ciento de su capacidad y Chicoasén al 90 por ciento.
Eso significa que si entran imprevistamente ciclones o huracanes como Agatha, las cosas podrían complicarse por privilegiar la generación de energía eléctrica y no la seguridad, el patrimonio y la vida de muchos tabasqueños que ya deben estar con el Jesús en la boca por el temor a perderlo todo.
En Villahermosa las cosas podrían complicarse solo con lluvias fuertes, porque el drenaje está azolvado, los cárcamos no funcionan al cien por ciento y algunas obras en las que el gobierno se ha tardado una eternidad en concluir, representan un riesgo para los habitantes de la capital del estado.
Esperemos que tanto el gobernador Carlos Manuel Merino como la alcaldesa Yolanda Osuna se pongan a trabajar en prevenir lo que más adelante puede resultar un desastre de considerables resultados negativos.