“Los debates presidenciales constituyen un marco democrático para proveer información a los electores y mostrar las diferencias políticas entre los candidatos”.
✍?Alejandro Moguel
La expresión corporal de los candidatos presidenciales, las palabras y frases completas pronunciadas por ellos mismos, su expresión corporal e incluso lo que no dicen, cuentan mucho en la incidencia de los votantes, revela un estudio.
El Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) es una organización independiente, apartidista y sin fines de lucro que produce conocimiento y ofrece recomendaciones para construir mejores políticas públicas.
Promueve políticas para lograr una Argentina desarrollada, más equitativa, con igualdad de oportunidades e instituciones públicas sólidas y eficaces.
Elaboró un texto verdaderamente importante, cuyas principales interrogantes son: ¿Qué podemos esperar de los debates presidenciales? y ¿Para qué sirven los debates presidenciales?
Indica que: “Los debates presidenciales constituyen un marco democrático para proveer información a los electores y mostrar las diferencias políticas entre los candidatos. En muchos países se convirtieron en un rito de la democracia.
“En América Latina, los primeros debates presidenciales se dieron en Venezuela y Brasil en la década del ´60 y luego esta práctica se extendió a otros países de la región. Hoy cuatro países tienen una ley que obliga a organizar un debate presidencial (Colombia, Costa Rica, Brasil y Argentina). Aunque en nuestro país (Argentina) esta ley es reciente y el primer debate presidencial se dio en 2015, existieron otros debates importantes previos que cimentaron el camino, como fue el que protagonizaron Dante Caputo y Vicente Saadi por el conflicto bélico con Chile en 1984 o los debates de candidatos a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
“Durante el debate, los candidatos muestran características generales de su personalidad y su estilo de liderazgo, no solo en sus intervenciones, sino también en las interacciones que mantienen con sus pares, y sostienen posicionamientos en materia de políticas públicas particulares. Este balance de carácter y posicionamientos dependen de cómo el debate esté regulado y producido.
“Por otro lado, el nivel de interacciones que los candidatos tengan entre sí también los obliga – en mayor o menor medida – a exponerse a las críticas de sus competidores y dar respuesta a estos cuestionamientos. Si bien los cruces pueden prestarse a frases que causen impacto en detrimento del contenido, estas interacciones no son enteramente fáciles de predecir con exactitud, por lo cual obligan a los candidatos a mostrar (al menos cierta) naturalidad. En regímenes parlamentarios, por otro lado, estos intercambios tienen el beneficio adicional de mostrar coincidencias parciales, apoyos y críticas de utilidad para pensar las posibilidades de formación de coaliciones de gobierno post elecciones.
¿Puede alguien decidir cambiar el voto tras ver el debate presidencial?
“Cambiar en forma masiva las preferencias de los electores a partir de un debate presidencial parece poco probable. Hay estudios que confirman el cambio de voto luego de un debate presidencial, pero en una magnitud relativamente pequeña. En un estudio realizado sobre cuatro elecciones presidenciales en Estados Unidos (McKinney & Warner 2013) se demostró que un 14% de quienes vieron el debate cambiaron su posicionamiento: la mitad de éstos fueron personas que se encontraban indecisas y se decidieron por alguno de los candidatos, mientras que solo un 3.5% cambió su preferencia de un candidato a otro y otro 3,3%, que ya estaba decidido por un candidato previamente, pasó a estar indeciso.
“Como muestra el caso del debate entre Barack Obama y John Mccain de 2008, una abrumadora mayoría indicaba que Obama había “ganado” el debate, pero esto no se traducía enteramente en una captación de votos en la misma proporción (Jones, 2008; Democracy Corps, 2008). “De todas formas, sobre los que no cambian su postura y mantienen la preferencia por el mismo candidato, la instancia de debate puede reafirmar esta preferencia de forma más confiable (Benoit, McKinney & Lance Holbert, 2001). Es decir, los debates también sirven para reafirmar a los ya decididos.
¿Cuánto importa lo que no se dice? Lo que no se dice importa y mucho. Lo que ocurre en un debate presidencial, más allá de lo específicamente dicho por los candidatos, tiene una influencia importante en las percepciones y las opiniones de la audiencia.
Por otro lado, la comunicación no verbal de los candidatos también tiene consecuencias en la forma en que la audiencia los percibe, tanto en la forma en que se presentan, la inflexión en su voz, su postura, sus gestos e incluso detalles como su ritmo de parpadeo (Kalkhoff & Gregory Jr., 2008; Stewart & Mosely, 2009), sobre todo al comienzo de su presentación (Maurer, 2016). Un momento universalmente importante
en los debates presidenciales es el apretón de manos inicial, donde el espacio y el tacto de los candidatos se vuelven cruciales. Tapar el apretón de manos puede significar baja autoestima o falta de confianza, mientras que traspasar el espacio personal de la otra persona puede ser visto como algo agresivo (Piontek & Tadeusz-Ciesielczyk, 2019). Esto sucedió en el debate entre George W. Bush y Al Gore en 2000, cuando Al Gore avanzó tanto sobre su contrincante electoral mientras éste estaba tratando de responder una pregunta que Bush se detuvo y lo saludó con un gesto reconociendo su presencia y dejando en evidencia su torpe movimiento. Además, existe evidencia de que cuando se utiliza la pantalla partida, las expresiones gestuales negativas de los candidatos cuando otro habla repercuten de forma negativa en ellos pero positiva en el orador (Seiter & Weger, (2015).
Dado que sabemos que cada detalle verbal y no verbal puede tener impacto en la audiencia, en los últimos años los estudios sobre los efectos de los debates incorporaron nuevas herramientas analizando segundo a segundo las reacciones del público, como el sistema de dial test a través del cual los espectadores pueden, con una aplicación especial, calificar lo que están viendo en cada momento simplemente deslizando el dedo.
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