Conocer al poeta Oscar Oliva, es encontrarse una enciclopedia en una mente creativa.
✍?ENTRE LETRAS | Didier Gómez Trujillo
Conocer al poeta Oscar Oliva, es encontrarse una enciclopedia en una mente creativa. Hombre sencillo, afable y estricto en los talleres literarios que de forma suave pero firme te va conduciendo a encontrar tu propio camino en las letras. El maestro perteneció al grupo La Espiga Amotinada y ahora sus letras nos adentran al pasado y al presente. Es innegable el aporte del poeta ganador del Premio de Artes y Literatura 2021 a la vida social y cultural de México, durante más de 60 años de trayectoria. Su considerable obra, influenciada entre muchos por Homero, Virgilio, Ovidio, Dante Alighieri, Miguel de Cervantes, Rubén Darío, Carlos Pellicer, Luis Cernuda, Shakespeare, entre tantos autores de la literatura universal, lo han ubicado dentro del grupo más destacado de escritores del siglo pasado. Sus letras que son rocío de madrugada, o estruendo enérgico en la tarde que no puede separarse de lo que llamamos realidad. El poeta que habla con sus figuras literarias de la historia de un pueblo y canta una realidad colectiva y fidedigna como los griegos de antaño, de la que no puede separar su propio contexto cotidiano. Relaciona lo que siente real, lo integra, lo estructura, multiplica sus dimensiones; como testigo de los sucesos, los resignifica, crea relaciones entre sí y con él, la savia circulante de un lenguaje que le mueven; así, se atarea con las letras, encadenando en sí, la experiencia de su existencia periódica.
“He comprendido a lo largo de mi vida que el quehacer poético debe ser como en la antigüedad, como en el primer y segundo renacimiento, donde deben estar las artes integradas”. “Soy el último navegante que se encamina al exilio, sin maleta de viaje. Otra vez los sueños quieren decir lo contrario: a las 12:56 aún no hay ningún río”. Ahora: “Esta luz descansa en las delgadas / túnicas que se quitan las cigarras, / después del largo sueño inducido. / Y en orden todas mueren. Una mañana / te levantas y ves miles de esqueletos. / Los árboles se van. Cargados de belleza”.
Me encontré con mi padre, al reconocerme bajó de su caballo. Caminamos por las calles empedradas de Tuxtla, llenas de gente, medio desnuda, hipnotizada por el prodigio. A pesar de mi vejez, lo seguí hasta los humedales del oriente, donde volví a escuchar el croar de las ranas, el lloro del paraíso en las lanzas de los bambúes. Otra edad que no es de esta interrupción. / El muchacho de un salto montó, se fue con la luz del cometa Halley. (Lascas, Oscar Oliva).
Yo te veo desde la silla giratoria, abuelo, a gran velocidad, en la pared que se mueve, / cuarteada, donde no puedo acostarme si no es de pie, sin zapatos, / al inclinarse tu retrato hacia el sur, hacia el norte, por la familiar sacudida; /jalo el freno de mano, advierto todo lo que está desajustado, chueco, meciéndome / adormilado en el asiento donde no estoy en paz conmigo mismo / ni con la superfamilia de garrapatas que se enganchan / a cualquier animal, de un salto, desde la hierba alta; las veo sacar sus navajas, / perforar la piel, / tan hermosa la inclinación del globo terráqueo.
Después de leer sus poemas y haber participado en su taller, uno entiende la clave de su éxito, trabajar en las letras, pero leyendo y escudriñando no uno sino vastísimos libros, que han hecho de Oscar Oliva un poeta para el mundo. El sujeto poético que se relaciona con la historia, construye símbolos con voz que vibra de la palabra escrita. Estructurando, integrando, climas emotivos y atmósferas sensibles.
cepsure@gmail.com