Juventud, madurez y vejez: Los árboles como metáfora de la vida.
✍🏽COLABORACIÓN INVITADA | Enriqueta Burelo
En la literatura los árboles han estado presentes como símbolos de la vida humana, su concepción a partir de una semilla, hasta alcanzar su totalidad, se equipara al ciclo de la vida misma en sus diferentes etapas: juventud, madurez y vejez, asimismo, la fortaleza y estabilidad que trasmiten los árboles sirve como una parábola de la capacidad del ser humano para superar adversidades y mantenerse firmes frente las fatalidades.
Un libro muy interesante es el de Ignacio Abella, Arboles de Junta y Concejo: las raíces de la comunidad; el autor realiza una crónica, situándose en la perspectiva del árbol como lugar de encuentro, natura y cultura, paisaje y paisanaje, política y administración. Viejos robles, fresnos, olmos, tejos, morales que fueron centro geográfico y neurálgico de nuestras sociedades. A su amparo se celebraron asambleas, parlamentos y concejos abiertos en una suerte de “dendrocracia” (término que acuñó, del griego dendros, árbol y cracia poder) en la que el árbol era la capital, sede y símbolo de toda una tradición profundamente enraizada en gran parte de la vieja Europa, pero también, muchos pueblos en la época prehispánica, surgieron en torno a las ceibas, por citar un ejemplo, árbol sagrado de los mayas.
Elena Garro, nos cuenta en El árbol, la historia de dos mujeres, una de ellas Luisa, indígena, quien recientemente ha sido liberada ya que paso un tiempo en la cárcel después de haber matado a una mujer, cuando ya no aguantaba la carga de sus pecados, fue a desahogarse durante cuatro horas a un árbol, el cual tiempo después se secó.
Un trozo de poema que encontré en la red, de autor desconocido y me conmovió:
En el silencio del bosque, se escucha el susurro de los árboles,
una melodía antigua que nos conecta con la tierra y el cielo,
caminamos entre sus sombras como seres diminutos,
sabiendo que somos parte de algo mucho más grande.
Un domingo reciente, después de un grato desayuno con mi grupo Mujeres de Letras, decidimos visitar en el Parque Caña Hueca a un bello guanacaste, que hasta ese día me entere que también se conoce a su madera como parota. Debido a que ya no podía ser salvado, se decide intervenir su tronco y se encarga este trabajo a Ángel Xocoyotzin Luna Almaraz, quien transforma los restos del árbol en una bella escultura titulada Árbol Zoque.
Creo que todas y todos tenemos arboles consentidos, me gustó mucho el árbol del Tule en Oaxaca, lo conocí en un viaje que hicimos con mis abuelitos y mis hermanas, nos encantaba espiar de niñas, el patio de los vecinos desde la azotea de la casa de mi abuelita, donde se encontraba una frondosa pochota, porque corría la leyenda que ahí se aparecían espantos, otros arboles consentidos han sido la ceiba del parque de Chiapa de Corzo o la pochota en la entrada o salida a Tuxtla, según como se mire, era mi punto de referencia de que habíamos llegado a la capital, en mis viajes a Arriaga cada quince días, o las primaveras que cada año, pintan de amarillo, la avenida Central, eso no me lo pierdo.
Surgen preguntas: ¿De cuántas maneras se puede «ser árbol»? ¿Cómo se las arreglan para vivir tanto tiempo? ¿Por qué algunos parecen tener el tronco enrollado como un tirabuzón?…
Desafortunadamente la vocación forestal de Chiapas, se ha ido perdiendo con las modificaciones al uso del suelo, los incendios, la tala clandestina y por supuesto el cambio climático, hacen que Chiapas pierda miles de hectáreas cada año, el agotamiento de la superficie forestal ha provocados fuertes afectaciones como inundaciones, deslaves, lluvias atípicas y azolvamiento de los cuerpos de agua.
Estas reflexiones se dan con motivo que el 14 de julio se celebra el Dia del Árbol en México, a partir de que el 1o. de julio de 1959 el presidente Adolfo López Mateos emitiera el Decreto Presidencial.
Finalmente, hay que pensar con Francis Hallé, autor de La Vida de los Árboles, quien nos dice que entender el reino vegetal, según él, requiere una «revolución intelectual» y hoy, más que nunca, es una emergencia, y este libro se convierte en una pequeña contribución a ello.
Hay que pensar en los árboles como seres bellos, ingeniosos, que adornan nuestros espacios, resilientes, no molestan y viven más que cualquier otro ser vivo y para el ser humano, son vitales, indispensables.
enriquetaburelomelgar@gmail.com