En el multiverso de AMLO, el éxodo en Chiapas es solo una invención de "pseudo" organizaciones, y la violencia es minimizada como un simple conflicto entre grupos.
✍🏽REALIDAD A SORBOS | Eric Ordóñez
Soñé que el presidente Andrés Manuel López Obrador acusaba a las ONG de hacer un “escándalo” por el desplazamiento de familias en Chiapas debido a la violencia. En mi sueño, lo veía con esa firmeza característica, negando la realidad como si las palabras pudieran cambiar los hechos. Soñé también que el presidente negaba rotundamente la existencia de un éxodo en Chiapas, aunque, de manera paradójica, mencionaba el desplazamiento de entre 200 y 300 familias.
Como si fuera una pesadilla, en mi sueño, AMLO decía: “Eso de Chiapas, nuestros adversarios y las organizaciones pseudoindependientes o pseudonogubernamentales o de la llamada sociedad civil, o pseudodefensores de derechos humanos están haciendo todo un escándalo”. Era como si sus palabras intentaran desdibujar la realidad y convertirla en un mero juego de retórica.
La realidad
Sin embargo, despierto a la realidad y me doy cuenta de que no fue solo un sueño. La realidad es que hay miles de personas desplazadas hacia Guatemala por la ola de violencia en la sierra de Chiapas. No son solo 200 o 300 familias; son comunidades enteras que, atemorizadas, han cruzado la frontera en busca de un refugio seguro. La violencia no es una invención de los “pseudo” defensores de derechos humanos, sino un monstruo tangible que devora vidas y hogares.
Para entender la magnitud de lo que está ocurriendo, basta con revisar los reportes y testimonios que han surgido recientemente. Por ejemplo, se estima que casi ocho mil personas han sido desplazadas por la violencia en Chiapas, según datos recopilados en junio de 2024. El problema no es nuevo; ya en noviembre de 2023 se alertaba sobre un cruel incremento en los desplazamientos forzados. Este fenómeno ha llevado a la reactivación de antiguos campamentos de desplazados en los Altos de Chiapas, donde las condiciones son precarias y la esperanza de regresar a sus hogares parece cada vez más lejana.
Un ejemplo particularmente doloroso de esta crisis es el municipio de Tila, un pueblo en Chiapas que ha sido testigo de cómo más de cuatro mil personas han sido forzadas a abandonar sus hogares debido a la violencia. Estas personas, que en su mayoría vivían en comunidades rurales, se encuentran ahora en una situación de extrema vulnerabilidad. A pesar de los repetidos llamados de auxilio, las autoridades han hecho poco para garantizar su seguridad, y la violencia sigue siendo una amenaza constante.
Tila no es un caso aislado. La violencia en Chiapas se ha extendido a varios municipios, y la situación se agrava día con día. La falta de presencia del Estado en estas zonas ha permitido que grupos criminales se fortalezcan y operen con total impunidad. La población vive en un estado de constante temor, sin saber si mañana podrán seguir en sus hogares o si deberán unirse a las filas de los desplazados que buscan refugio en Guatemala o en otros municipios menos afectados.
Además de los desplazamientos forzados, el incremento de la violencia ha traído consigo una serie de desapariciones que han dejado a las familias en una angustiante espera. En lo que va del mes, varias personas han desaparecido en diferentes puntos del estado, y la desesperación se ha apoderado de quienes buscan a sus seres queridos. Estas desapariciones no solo son un reflejo de la violencia que se vive en Chiapas, sino también de la falta de respuesta y acción por parte de las autoridades.
Y ahora, como si la realidad en Chiapas no fuera ya suficientemente compleja, exzapatistas en Chenalhó han formado un grupo de autodefensa para protegerse de las agresiones del crimen organizado. Este hecho marca un nuevo capítulo en la crisis de seguridad que afecta al estado. Cabe preguntarse: ¿Será que el presidente ya se enteró de este surgimiento o también es un escándalo más de las ONG?
Mientras el presidente sueña en su realidad alterna, Chiapas se desangra. Los habitantes de esta tierra que alguna vez fue fértil y próspera ahora caminan por senderos de incertidumbre, tratando de escapar de la sombra de la violencia. Las promesas de seguridad y paz parecen desvanecerse con cada nuevo incidente violento, y la población se pregunta hasta cuándo podrán resistir.
La reflexión
Estamos viviendo el multiverso de AMLO, un universo paralelo donde las palabras del presidente intentan moldear la realidad a su conveniencia. En este multiverso, los problemas se desvanecen con declaraciones, y la realidad se distorsiona bajo la luz de su discurso. Pero la verdad, esa verdad incómoda y persistente, sigue existiendo fuera de los sueños presidenciales.
En el multiverso de AMLO, el éxodo en Chiapas es solo una invención de “pseudo” organizaciones, y la violencia es minimizada como un simple conflicto entre grupos. Pero para los chiapanecos que han perdido sus hogares, sus seres queridos y su seguridad, la realidad es otra. Ellos no viven en un sueño, viven en una pesadilla de la que no pueden despertar.
Y mientras los chiapanecos siguen luchando por sobrevivir en un estado que parece haber sido olvidado por su propio gobierno, nos queda preguntarnos: ¿Qué más debe ocurrir para que despertemos de este sueño colectivo y enfrentemos la realidad con toda su crudeza?