Si el PRI y PAN pierden su registro en tres años en el estado, enfrentarán consecuencias letales.
✍?DESDE ABAJO | Emiliano Villatoro Alcázar
El gobernador electo, Eduardo Ramírez Aguilar, ha iniciado un proceso de acercamiento con los presidentes municipales electos del Partido del Trabajo y Morena, con el objetivo de coordinar esfuerzos y diseñar estrategias conjuntas para impulsar el desarrollo de los municipios chiapanecos. Estas reuniones parecen el comienzo de una serie de encuentros que se llevarán a cabo con los presidentes municipales electos de todos los partidos políticos, incluyendo al PRI, PAN y PRD.
Estos últimos institutos partidistas atrapan la atención por su actual situación política en el estado. El Partido Revolucionario Institucional en Chiapas está atravesando su momento más crítico en décadas. Desde la elección de Patrocino González Blanco Garrido como gobernador en 1988, el partido ha experimentado un declive significativo. Este descenso se intensificó con la sucesión de cinco gobernadores interinos hasta la llegada de Pablo Salazar Mendiguchía en el 2000, quien rompió con el PRI y formó una alianza con otros partidos, marcando un cambio notable en el panorama político estatal.
En las recientes elecciones, el PRI no logró obtener ninguna diputación federal ni local, y su participación electoral en la coalición que llevo como candidata a la perredista Olga Luz Espinosa Morales fue de apenas 7%, con 200 mil votos en el estado. Esto representa una caída de 100 mil votos en comparación con las elecciones de 2018, lo que significa una pérdida de más de 16 mil votos por año desde entonces.
La situación es aún más preocupante cuando se analiza la distribución geográfica de los votos. El PRI solo logró mantener una presencia poco relevante en unos cuantos municipios, mientras que en la mayoría del estado su influencia es prácticamente nula: con apenas 4 presidencias municipales de las 8 que ganó el frente “Fuerza y Corazón por Chiapas”. Además, el partido solo obtuvo una veintena de regidurías plurinominales.
Por su parte, el resultado electoral del PAN en Chiapas es aún más deplorable. Con escasamente el 4% de la votación válida, equivalente a 97 mil votos, el partido enfrenta un riesgo alto de perder su registro dentro de tres años. Esta situación parece más real si se considera que solo gano el ayuntamiento de Usumacinta. La falta de liderazgo efectivo y la incapacidad para conectar con las necesidades y aspiraciones de la población han contribuido a esta situación.
La nula influencia histórica del PAN en Chiapas parece no tener implicaciones relevantes para la política estatal, sin embargo, con un partido tradicional como el PRI en declive, la escena política se está reconfigurando. Los partidos emergentes cómo MC y el partido local Redes Sociales Progresistas y la coalición que integra Morena, PVEM y PT están aprovechando este vacío de poder.
Si el PRI y PAN pierden su registro en tres años en el estado, enfrentarán consecuencias letales. Ya no tendrán derecho a las prerrogativas asignadas por el Estado a cada partido político, lo que incluye financiamiento público y acceso a medios de comunicación. A pesar de, ambos institutos partidistas pueden buscar ser cobijados por el registro nacional de sus respectivos partidos políticos y registrar candidatos en la elección concurrente del 2030. No obstante, este escenario sería un golpe durísimo para ellos, pues llegarían debilitados a la elección concurrente. La pérdida de registro afectaría su capacidad para competir de manera efectiva, ya que no tendrían acceso a los recursos y la visibilidad que proporciona el registro oficial.
emiliano.villatoro.alcazar@gmail.com
