El silencio terminó. Esta fin de semana se rompió la narrativa. En un acto de admisión sin precedentes, se reconoció públicamente lo que durante años fue evidente.
✍🏽REALIDAD A SORBOS | Eric Ordóñez
Durante años, Chiapas fue narrado desde una óptica oficial que suavizaba la crudeza de la realidad. Andrés Manuel López Obrador, con su conocido discurso, insistió en que las denuncias sobre violencia, desplazamientos y control territorial por parte de grupos criminales eran exageraciones de sus opositores. Los bloqueos armados, los desplazamientos masivos y la aclamación a cárteles en poblados eran, según él, episodios aislados manipulados por la prensa.
Obrador, en su estilo habitual, insistió en que la situación en el estado no era tan grave como los “conservadores” o sus detractores señalaban. Los desplazamientos en Frontera Comalapa, las carreteras dominadas por cárteles y el desfile armado recibido con aplausos en algunos poblados eran, según él, episodios aislados, amplificados por los medios.
Desde el Palacio Nacional se intentó construir una imagen de normalidad: se desestimaron las caravanas de desplazados que huían de sus comunidades, las imágenes virales de cárteles exhibiendo su control territorial y los testimonios de campesinos sometidos al cobro de piso. Todo era presentado como un montaje mediático, mientras las víctimas seguían acumulándose en el silencio institucional.
Sin embargo, el silencio terminó. Esta fin de semana se rompió la narrativa. En un acto de admisión sin precedentes, se reconoció públicamente lo que durante años fue evidente: los mandos de la policía estatal estaban subordinados a intereses del crimen organizado. Un reconocimiento que, aunque tardío, representa un golpe a la negación que había prevalecido.
SILENCIO COMPLICE
¿Qué no quiso ver Obrador? Tal vez lo mismo que no señaló Gabriela del Socorro Zepeda Soto como titular de seguridad en Chiapas. Su gestión estuvo marcada por acusaciones de colusión entre policías y grupos criminales, y la falta de acciones para desmantelar estas redes generó una sensación de impunidad. ¿Fue omisión, incapacidad o algo más? La historia juzgará, pero lo que es claro es que esta negación sistémica permitió que el crimen organizado fortaleciera su control en la región.
Hoy se habla de policías íntegros y de un sistema de seguridad renovado. Sin embargo, los chiapanecos han escuchado demasiadas promesas.
MENSAJE CLARO, RETO INMENSO
Este fin de semana se marcó un punto de inflexión, se dijo que “esto ya se acabó”. Las palabras resonaron como un desafío directo hacia el cáncer que ha invadido a Chiapas. Los operativos mostrarán resultados tangibles.
¿POR FIN IRÁN TRAS LOS PECES GORDOS?
La gran incógnita es si las acciones anunciadas alcanzarán a los niveles más altos de responsabilidad. ¿Se investigará a quienes encabezaron la seguridad durante los años más críticos o solo se detendrán en mandos intermedios y operadores de bajo rango?
Se ha anticipado que estas medidas incluyen investigaciones profundas y resultados claros contra quienes permitieron que Chiapas cayera en manos del crimen.
¿NUEVOS TIEMPOS?
Las declaraciones recientes traen esperanza. Por primera vez, se admite públicamente lo que todos sabían pero nadie del poder reconocía: que las instituciones de seguridad fueron cómplices de la delincuencia.
Es bueno, porque Chiapas no puede vivir solo de esperanza. Exige justicia, acciones concretas y una garantía de que nunca más será gobernado por el miedo.
El tiempo dirá si estas palabras marcan el comienzo de una nueva historia para Chiapas.
Cordial saludo.