Fosas clandestinas, feminicidios, migración y violencia: Chiapas lloró, pero también resistió.
✍🏽REALIDAD A SORBOS | Eric Ordóñez
El 2024 quedará inscrito en nuestra memoria como un año que nos confrontó con nuestra propia vulnerabilidad, sus huellas persistirán como cicatrices profundas en el rostro de Chiapas.
LAS CICATRICES DE UN AÑO VIOLENTO
Se fue un año que nos sacudió con tragedias que no pueden ni deben ser olvidadas. Las fosas clandestinas encontradas en La Concordia y Palenque son testigos de una violencia que nos retó como sociedad, que nos recordó que la paz no se consigue con discursos ni promesas, sino con acciones contundentes.
En nuestras carreteras, bloqueos y conflictos sociales marcaron el pulso de un descontento generalizado, un grito colectivo que exigió justicia y atención. Y entre tanto caos, la crisis migratoria mostró al mundo nuestra incapacidad de gestionar lo urgente y nuestra falta de humanidad para abordar lo importante. Sí, 2024 nos golpeó, pero no logró vencernos. Estas cicatrices no son signo de derrota, sino de resistencia.
EL PESO DEL FEMINICIDIO
Si algo en 2024 desnudó nuestra fragilidad como estado, fue la sombra persistente del feminicidio. Cada caso registrado nos dolió como si fuera el primero; cada nombre perdido es un recordatorio de la deuda que cargamos como sociedad. Lupita, enterrada en el patio de una casa; Mónica, asesinada en su propio hogar; y tantas otras mujeres cuyas historias no solo nos dolieron, sino que nos condenaron a una verdad incómoda: fallamos como estado y como comunidad.
El feminicidio no solo arrebató vidas, sino que despojó a Chiapas de su propia dignidad. Por cada mujer que no regresó a casa, quedó una familia rota, una comunidad marcada, y una justicia que sigue siendo una palabra sin sentido para quienes han perdido todo.
2024 nos enseñó que no podemos mirar hacia otro lado. Que no basta con estadísticas y discursos. Si queremos un Chiapas donde nuestras hijas, hermanas y madres vivan sin miedo, debemos transformar nuestra indiferencia en acciones y nuestras lágrimas en exigencias.
NUEVO GOBIERNO, VIEJAS DUDAS
El ‘año viejo’ también trajo consigo un cambio en la silla del poder. 2024 fue un año de promesas renovadas, de discursos que hablaban de esperanza y transformación. Sin embargo, la realidad nos recuerda que no basta con inaugurar nuevas estrategias o darles nombres simbólicos; el cambio real vendrá de los más profundo.
Las fosas clandestinas, los feminicidios y los bloqueos son prueba de que el camino por recorrer sigue siendo largo y empinado. Chiapas necesita más que promesas. Necesita un compromiso inquebrantable con su gente, con su paz y con su futuro.
2025: UN TRAGO DE ESPERANZA
Y, sin embargo, aquí estamos, en el borde de un nuevo año. Estoy seguro que alzamos la copa con el anhelo de que el 2025 sea distinto, aunque sabemos que nada cambia de un día para otro. Chiapas sigue siendo una tierra llena de retos, pero también de posibilidades. Este ‘año nuevo’ debe ser uno en el que nuestras cicatrices se conviertan en lecciones, en el que el dolor se transforme en determinación.
No podemos permitirnos otro año de amargos desconsuelos. Este es el momento de actuar, de exigir, de construir. Que nuestras esperanzas no sean ilusiones, sino planes concretos; que nuestra indignación no sea un lamento, sino un motor de cambio.
En la ‘noche vieja’, yo brindé con buenos amigos por un Chiapas más justo, más seguro, más humano. Pero no olvidamos, al alzar la copa, que el cambio no viene del brindis, sino de lo que hacemos después. Que este año que comienza sea un trago de esperanza, pero también un sorbo de realidad. Porque solo enfrentándola podremos transformarla.
Feliz 2025, Chiapas. Que nuestras cicatrices no nos definan, sino que nos impulsen. Que nuestras heridas no sean el fin de nuestra historia, sino el comienzo de un nuevo capítulo.
Nota de autor: El 2024 no fue ‘tan’ amable conmigo. Hirió a los míos y me lastimó, pero también me enseñó que, pese a las adversidades, se hace camino al andar. Agradezco profundamente las compañías en los días oscuros, a quienes compartieron risas en los claros y, en especial, a Ultimátum, que me honró en el año que terminó… y en este que comenzamos.
Cordial saludo.