En menos de cinco meses, el presidente municipal se ha refugiado en la negación y la simulación.
REALIDAD A SORBOS/Eric Ordoñez
Dicen que en política no hay casualidades, sino causalidades. Y en el caso de Ángel Torres Culebro, la tormenta que hoy azota su administración no es obra de la fatalidad, sino el resultado de un gobierno plagado de improvisación, opacidad y errores que han terminado por desbordarse. En menos de cinco meses, su gestión ha pasado de la promesa de renovación a la crisis institucional, y lo que comenzó como un proyecto de continuidad hoy se asemeja a un naufragio sin salvavidas.
Las renuncias, las denuncias de corrupción y el desorden administrativo han convertido al Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez en un epicentro de escándalos. Lo curioso es que, lejos de intentar recuperar el control, el presidente municipal se ha refugiado en la negación y la simulación, como si la realidad pudiera maquillarse con comunicados oficiales y discursos vacíos. Pero la lluvia ya llegó, y no parece que vaya a detenerse pronto.
LA RENUNCIA QUE DESTAPÓ EL LODAZAL
El primer rayo cayó con la renuncia de Francisco Javier Serrano Montero, hasta hace poco Coordinador General de Agencias y Subagencias Municipales. Su carta de dimisión no fue solo una salida discreta: fue un golpe directo contra la administración de Torres Culebro, señalando corrupción, nepotismo y abuso de autoridad dentro del ayuntamiento.
Serrano Montero no dejó lugar a dudas: acusó al Quinto Regidor, Rodolfo Álvarez García, de haber convertido su puesto en un feudo personal, donde su hijo, sin méritos ni facultades legales, manejaba recursos públicos a su antojo. Pero lo más grave no fue el tráfico de influencias, sino el presunto peculado y enriquecimiento ilícito a través del cobro indebido en espacios deportivos, cuyos ingresos terminaban en una cuenta privada.
Ante estas denuncias, el silencio del alcalde ha sido ensordecedor. Ni una postura firme, ni una promesa de investigación seria. Solo evasivas y la esperanza de que la tormenta pase sola. Pero si algo ha demostrado este episodio es que la corrupción en el ayuntamiento no es una excepción, sino la norma.
MINTIÓ A LA VISTA DE TODOS
Si la renuncia de Serrano Montero encendió las alarmas, la controversia por la publicidad en los puentes peatonales terminó por confirmar que en el Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez la mentira es política de gobierno.
El municipio aseguró no haber autorizado anuncios en estas estructuras, citando el artículo 61 del Reglamento de Anuncios Publicitarios. Pero una solicitud de transparencia reveló la verdad: existía un convenio firmado con una empresa privada para la instalación de anuncios en puentes clave de la ciudad.
La contradicción es tan grotesca como alarmante. Mientras el gobierno municipal negaba la autorización, documentos oficiales demostraban lo contrario. Es decir, el ayuntamiento no solo violó la normatividad, sino que intentó encubrirlo con un comunicado oficial. Mentir a la ciudadanía en su cara.
Esta falta de transparencia ha sido señalada incluso por la Secretaría Anticorrupción del Estado, que ya abrió una investigación contra Ángel Torres Culebro. Pero más allá de las posibles sanciones, este episodio refleja un problema más profundo: la descomposición ética de una administración que prefiere negar lo evidente antes que corregir sus errores.
EL FISCAL TUVO QUE RECORDARTE CÓMO GOBERNAR
Como si las crisis no fueran suficientes, el Fiscal General del Estado, Jorge Luis Llaven Abarca, tuvo que intervenir públicamente para recordarle al alcalde que gobernar no es solo entregar despensas y cortar listones, sino garantizar la seguridad y el orden.
Llaven Abarca fue claro: la estrategia de comunicación del ayuntamiento es un desastre, y eso ha incrementado la percepción de inseguridad en la capital. No es que la violencia haya desaparecido, sino que el gobierno municipal no sabe cómo comunicar lo que hace (si es que realmente está haciendo algo).
“El pueblo quiere saber qué está haciendo su gobernante para garantizar su seguridad, no cuántas calles entregó”, sentenció el Fiscal. En otras palabras, a Torres Culebro le falta liderazgo y le sobra simulación. Mientras el gobernador Eduardo Ramírez Aguilar ha enfocado su mensaje en seguridad, el alcalde sigue en su burbuja, creyendo que gobernar es llenar redes sociales de fotos con sonrisas forzadas.
Quizá lo más revelador de las declaraciones del Fiscal fue el consejo que le dio al alcalde: “Debes decir lo que la gente necesita escuchar, no lo que crees que es mejor para ti”. Y es que, hasta ahora, Torres Culebro parece gobernar para sí mismo, no para los ciudadanos.
SE AHOGA EN SU PROPIA TORMENTA
El problema de Ángel Torres Culebro no es solo que su gobierno esté sumido en escándalos de corrupción, opacidad y falta de liderazgo. El verdadero problema es que parece no entender la gravedad de la crisis.
Un alcalde que miente sobre la publicidad en puentes peatonales. Un regidor acusado de nepotismo y desvío de recursos. Una administración que ignora las denuncias y reprime el descontento. Y en medio de todo, un presidente municipal incapaz de tomar el control de su propio barco.
La tormenta no se detendrá. La lluvia seguirá cayendo, y si Ángel Torres Culebro no cambia el rumbo, terminará hundiéndose en su propio diluvio. El problema es que, cuando un gobierno fracasa, no es solo el gobernante quien paga las consecuencias: es la ciudadanía la que queda a la deriva.
Si alguna lección nos deja este episodio, es que la impunidad y la simulación siempre tienen un límite.
Cordial saludo.
