Surgen más voces tras caso Alfredo Ramírez Guzmán; denuncian promesas incumplidas y pactos rotos en el sector educativo.
REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez
Desde que escribí sobre Alfredo Ramírez Guzmán, recibí mensajes que no esperaba. No para desmentir, sino para confirmar. Me contaron de pactos rotos, acuerdos incumplidos y silencios que duelen más que un “no”. Alguien me confió que entregó dinero, estructura y tiempo a cambio de una promesa: una posición estratégica en el sector educativo. Le prometieron que ya estaba hecho, que solo era cuestión de días. Pero los días pasaron, los mensajes se fueron al vacío y los “aguántame” se convirtieron en el adiós más cruel.
No fue el único. Hay una cadena de personas que creyeron, confiaron y apostaron. Hoy, todos coinciden en lo mismo: Alfredo no cumplió. Usó y desechó. Cerró las puertas y escondió el celular.
¿QUIÉN TRAICIONÓ A QUIÉN?
La política tiene sus códigos y su lenguaje, pero también sus traiciones. Es muy fácil señalar al político que promete cargos a cambio de lealtades, pero también vale la pena mirar del otro lado: ¿por qué hay quienes aún creen en esas promesas? ¿En qué momento se convirtió en práctica común comprar un lugar en la administración pública, como si se tratara de adquirir una franquicia?
El problema no es solo quién miente. También es quién se presta al juego, quién apuesta dinero esperando poder. Así como Alfredo falló, otros se equivocaron al creer que el servicio público se negocia en la antesala de una campaña. Y, peor aún, que se puede exigir como si fuera un favor personal, no una responsabilidad social.
UNA NUEVA ERA, ¿PARA QUIÉN?
Dicen que estamos entrando a una nueva era. Que ya no se mentirá, ni se robará, ni se traicionará. Pero la realidad –la que se vive en los cafés políticos, en los chats con doble check azul y en las oficinas cerradas con aire de cinismo– parece otra. Ahí, los favores siguen teniendo precio, los compromisos valen lo que dura una elección, y la palabra se cambia como se cambia de línea telefónica.
Entonces me pregunto: ¿cómo puede tener cabida alguien que juega con la esperanza ajena en una era que presume dignidad? ¿Dónde queda la congruencia de un político que reparte puestos clave como si fueran fichas de dominó? Y, más allá, ¿cómo volver a confiar?
Lo de Alfredo no es nuevo, pero es síntoma de algo que urge transformar. Si de verdad esta es una nueva era, debe comenzar con políticos que no usen a las personas como moneda. Y con ciudadanos que no entreguen su dignidad a cambio de una promesa vacía.
Porque a fin de cuentas, los “aguántame” de hoy son los mismos que mañana dirán: “Yo no te conozco”.
Cordial saludos.
