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CULTURA

1 de julio de 2025
in CULTURA, Opiniones
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Fragmentaciones
NOVELA DE JOSÉ FALCONI
Segunda parte

José Natarén/Ultimátum

Sabemos que la es­crito, dicho o recor­dado, más allá del carácter biográfico, sustituye a la realidad. No la imita, la reinventa, funda otra, representa o actualiza la tragedia del mundo que los antiguos -como el estagirita en su Poética– llamaron mí­mesis, para satisfacer la bús­queda del tiempo perdido, de lo ausente, lo posible. La lectura y escritura de litera­tura restituyen la presencia y traen a primer plano la ex­periencia humana, nuestro sustrato, otra forma de actua­lizar nuestro ser en el mun­do. Las buenas novelas, como Fragmentaciones, nos carean con nuestra más elemental verdad: la finitud, un careo con nosotros mismos hasta el fondo la realidad.

Por supuesto, la música destensa la enrarecida at­mósfera que el secuestro de unos muchachos -Ramón, Víctor, Polo y Pepe- por parte de la policía secreta durante la Guerra Sucia, induce en el lector. En Fragmentaciones se escucha “The end”, la pieza última de la epónima ópera prima y magna de The Doors, en la que el poeta Morrison, se desgarra en el grito y por causa del mito de Edipo, rey, transgresor del tabú, tan en­comiado por Freud. Así como la música del Víctor Jara, “El corrido de Jaramillo”, de Jo­sé Molina y “Sombras nada más” de Javier Solís. Banda sonora del joven protago­nista, aislado en una prisión clandestina de Tlaxcoaque, luego de un interrogatorio que dejó secuelas de por vida.

El arte, como bien es sabi­do, no está en el qué sino en el cómo, en el alquímico matri­monio entre forma y fondo, entre experiencia y técnica, entre vida y pensamiento. Resalto la plasticidad para transcurrir de un registro a otro del lenguaje, del culto, de la cita literaria, de la alusión a Tecayehuatzin, Quevedo, Rilke, Bañuelos, Ballagas y Papini, hasta la expresión más liberadora de mentadas y procacidades, de los actores de la “historia infame” inserta en seis segmentos a lo largo de la novela.

En Fragmentaciones se aprecia la ficción al interior de la ficción, como la “his­toria infame”, y no sólo eso, también microcuentos: “Sa­lón Patricia” y “El instante se descuelga del clavo”; los versos a la enfermera celeste, y “El pestañeo oscuro”, ima­gen de lo sagrado. Destaca el guion teatral de la última parte de la “historia infame” y la reflexión poética en torno a Vallejo, el juego del lenguaje, y ciertas estrofas, casi citas de Cercadas Palabras o Escribo un árbol. Conviene al lector tener a la mano, esos libros del poeta, asimismo la colec­ción de cuentos Escala roja y la antología poética Golpe de agua, para comprender la unidad de su obra.

Es claro que Fragmenta­ciones fue escrita por un escri­tor completo, no constreñido a este o aquel género, lírico, épico, dramático, novelístico, cuentístico, periodístico, bio­gráfico. Debe leerse en varios tonos, y en voz alta o baja, sa­borear o resistir la amargura de sus matices, sus espectros, sus giros y cadencias, sus rit­mos contrapuestos, como la realidad.

La coda deja claro que, la experiencia más personal del protagonista se centra en Karana, la musa, durante una ensoñación psicodéli­ca, simulacro de un sacrifi­cio indígena y, sobre todo, la liberación del lenguaje lógico convencional: diago­nales que expresan el cese del pensamiento, entre una revelación y otra del delirio, el silencio cuando el ser-pa­labra, calla.

Fragmentaciones tiene elementos de novela negra, hasta cierto punto histórica pero también surrealista, y con elementos de la litera­tura de la onda. Una de las enseñanzas más sabias de la novela: sólo el amor y el ero­tismo, y la capacidad de re­figurar la realidad mediante la palabra alada, nos salvan de la violencia primordial del mundo y siembran sentido en este “asilo de alienados”, sólo es transitable por el delirio poético y la contemplación o participación de la gracia divina y carnal, siempre fe­menina, la imagen de la vida y de la muerte, sea la enfermera celeste o Karana.

FALCONI, José. “Frag­mentaciones”, (2015), Cone­culta-Chiapas, 144 p.

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