“A mí me ya me destapó el presidente” o lo que es lo mismo “el presidente comenzó con el desastre de la sucesión adelantada”, la primera expresión es parte del discurso que emitió desde Jalisco el canciller Marcelo Ebrard Casaubón, quien con sus palabras dio a entender la guerra interna que se avecina por la nominación de Morena a la candidatura presidencial, en la que todo se valdrá con tal de alcanzar el objetivo primordial de las huestes lópezobradoristas.
El mensaje fue contundente a sus correligionarios: Ebrard va a recorrer el país con cargo al erario, sin importar que su posición sea de suma importancia en los tiempos actuales en las que el titular del Ejecutivo federal no sale del país y esa responsabilidad recae en esa “corcholata” de peso dentro de Morena.
Una frase hecha popular durante los mandatos del PRI señala que, vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error.
Quienes aspiran a ser los candidatos de Morena a la presidencia de la República, en ningún momento han expresado su decisión de separarse de los cargos que ostentan para buscar la nominación, es más, esa posibilidad no cabe en su cabeza menos en un régimen político en el que si la autoridad electoral los sanciona, recurren a la descalificación y al discurso de odio en contra de quienes están al frente del INE: la ciudadanía les cree todas sus ocurrencias.
Los tres punteros para ser los candidatos de Morena, cuentan con el respaldo presidencial, además Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López Hernández, son personajes con cargos muy importantes. Los tres están desbocados, adelantados a una campaña fuera de tiempo, recorriendo entidades a las que acuden en su calidad de servidores públicos, eso, les permite utilizar recursos públicos para traslados, comidas y todo lo que ocupen fuera de la capital del país.
Es cierto, el ruido a la sucesión vino de parte del mismo Andrés Manuel López Obrador, quien adelantó los tiempos, sin preveer quizá el zipizape que generaría en su círculo cercano, pero, además, los inconvenientes que generaría en otros que no cuentan con su respaldo total para ser candidatos de Morena.
Por honestidad, pulcritud, y por honrar los principios que rigen a Morena, quienes aspiren a ser candidatos a la presidencia de México, deberían de separarse del cargo para quepan las dudas y sobre todo, para demostrar que el país va en otra dirección a la que el PRI implementó durante su reinado de décadas, en el que el uso de dinero público para ambiciones personales era el común denominador.
Todos están en la libertad de buscar la candidatura, de eso no debe quedar duda, sin embargo, deberían hacerlo con sus propios recursos, sin estar al frente de instancias gubernamentales que requieren de su compromiso, entrega y pasión 24/7.
Sería benéfico que para cuidar su historia política, Andrés Manuel López Obrador les pidiera a sus colaboradores que compitieran en igualdad de condiciones, y que ello lo hicieran alejados del poder público, como cualquier ciudadano que no percibe emolumento alguno por los trabajos que realiza en favor del Estado mexicanos. Por desgracia eso no va a ocurrir, y cuando se vayan acercando les tiempos de las definiciones a esos tres personajes, los mexicanos los encontraremos hasta en la sopa, y todos amparados a una dudable democracia.