RENÉ ALBERTO LÓPEZ
Eso de escribir sobre temas políticos no es tarea fácil como parece, pero no me refiero al momento de estructurar el escrito, a la forma de redactar, de ningún modo, el problema viene después, cuando se publica lo que la generosa cabeza nos permitió crear para nuestro campo de lectores.
Ahí es el momento para ver hasta donde es capaz el autor de las líneas de aguantar el tremendo compromiso cuando sus letras alcanzan el infinito mundo de lo inesperado, en el que puede ser objeto de agradables elogios o bien llevarse insultos de cinco estrellas. Nunca se sabe.
Si usted lector es de piel sensible de los que no soporta ni siquiera que un extraño los vea feo pero le atrae la idea de escribir sus puntos de vista, ni lo intente o prepárese para los insultos más originales y canallescos, porque en este nuevo mundo, atrapado por la tecnología digital, las cosas han cambiado, y, puede morir infartado con un disgusto. Y es que los patanes que nunca faltan tienen como ocio insultar en las redes sociales a quienes piensan diferente a ellos. Esa es la parte del libertinaje en que se desfigura la Libertad de Expresión.
En aquellos nostálgicos tiempos cuando se escribía sólo en los periódicos o revistas, los elogios se recibían cuando ocasionalmente se topaba el autor con algún lector que lo conocía: “Leí tu columna, me gustó, muy buena”, o bien el reclamo o simplemente le retiraban el saludo al periodista aquellos que eran afectados con el texto publicado.
De este modo, las carretadas de injurias de los inconformes eran condenadas involuntariamente al baúl de la indiferencia, pues algunas veces ni por enterado se daban los escribientes.
Aunque hay casos notables. Por ejemplo, una mañana en la ciudad de Campeche el director de un semanario de apellido Uc Morayta, estaba desayunando en el restaurante La Parroquia, cuando un lector ofendido por poco lo matan de tremendo periodicazo. Literal, así como se lee.
Resulta que hasta su lugar llegó un señor entrado en años de apellido Arceo a quien el periodista había ridiculizado en las páginas del semanario, y le pegó con un periódico enrollado en la cabeza, pero dentro del periódico estaba envuelto un tubo de acero. El periodista tuvo que ser llevado de inmediato al hospital.
Hoy el que escribe casi a diario, como los periodistas que de eso viven, porque la verdad, la verdad, hay muchos aficionados y otros que son periodistas de ocasión y, no pocos de éstos prefieren irse a trabajar a oficinas gubernamentales cuando los tiempos se vuelven duros con gobiernos que desprecian todo olor a prensa y cierran el campo de la publicidad que es el único producto que ofertan los medios de comunicación.
Por fortuna para lectores profesionales que también los hay, la mayoría de los periodistas de profesión se quedan firmes, al pie del cañón, a capotear todo temporal, son los imprescindibles, que no son periodistas de ocasión ni de oportunidades.
Están hechos de correas fuertes a toda prueba y persisten en su oficio en tiempos dificultosos para la prensa, con gobiernos que han volcado a buena parte del público contra los comunicadores.
Debido a esa campaña insana como inmoral de parte de algunos gobiernos, el desprestigio de la prensa ya anda en el parámetro de desdoro casi parecido al de políticos y abogados.
Aunque ni todos los abogados son atracadores ni todos los políticos son deshonestos. Igual en la prensa, no todos son del color que los pinta el gobierno, pero aún con toda esa maligna campaña en contra, hay que seguir en la brega.
Sucede, pues, que con la tecnología encima la mayoría de los periodistas cada mañana al abrir sus cuentas registradas en plataformas digitales, reciben los buenos días de sus lectores con una sonora injuria o les recetan mañaneras de agradecimientos.
Lo peor es cuando aparecen los que se esconden en cuentas falsas y te reciben con el grotesco rostro de la vulgaridad. “Eres un hijo…” “Pinche…” y como arma demoledora, según sus pigmeo cerebro, exhiben una amarillenta lista de periodistas de la Ciudad de México que supuestamente les pagaban para elogiar a Peña Nieto, cuando en realidad son los pagos de facturas legales como parte de convenios firmados por ambas partes.
Y es que todos los gobiernos tienen a su prensa preferida, como los tiene hoy el nuevo régimen, a muchos hasta les dieron chamba en el oficialismo. Nada nuevo bajo el sol.
Tan fácil que sería, para los que le molestan la críticas al gobierno, dejar de leer al periodista que te estropea el hígado y te indigesta el desayuno. Sería bueno, por el bien de su salud.
Otro riesgo que corre a diario el oficio del periodista, es que con un error puedes matar, esto es, matas tu credibilidad, como también matas de enojo a los que no están de acuerdo con tu opinión, o bien, tocas intereses que nunca sabes y puede pasar a formar parte de las estadísticas en la nota roja.
A veces sin proponértelo matas, pero de risa a tus lectores y lo grave también es que el autor de un escrito puede morir de pena cuando comete errores dignos de regresar al banco de la escuela primaria.
Y es que ya en el camino de la redes sociales no hay regreso, lo escrito, escrito está. Sería desgastante debatir con cada lector que no esté de acuerdo con el punto de vista del columnista, peor, enojarse y caer en el fango de la intolerancia.
Ahí se las dejo.