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¿Quién tiene la culpa, el medio o la audiencia?

19 de agosto de 2025
in Opiniones
Ximena, doblemente arrollada. La cobertura mediática la expuso a un segundo atropello: el de redes y medios sin ética, donde el machismo y la revictimización desplazaron la mirada humanista.

Ximena, doblemente arrollada. La cobertura mediática la expuso a un segundo atropello: el de redes y medios sin ética, donde el machismo y la revictimización desplazaron la mirada humanista.

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Ximena, doblemente arrollada. La cobertura mediática la expuso a un segundo atropello: el de redes y medios sin ética, donde el machismo y la revictimización desplazaron la mirada humanista.

REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez

Una joven fue brutalmente arrollada en Tuxtla Gutiérrez. Ximena, así se llama, quedó gravemente herida. Las primeras versiones apuntan a un móvil pasional. De inmediato, el tema se viralizó. No por el interés en su estado de salud ni por buscar justicia. Se viralizó por morbo. Por esos titulares que exaltan el drama y por esa audiencia que lo consume sin pestañear.

No es un caso aislado. Es un síntoma. El síntoma de una prensa sin perspectiva, sin formación, sin autocrítica. Lo que debió narrarse con mesura y enfoque humanista, se convirtió en un espectáculo donde todos —reporteros, medios, comentaristas y usuarios— participaron. La joven no solo fue atropellada en la calle, también fue arrollada en redes, en comentarios, en medios sin ética.

Y más preocupante aún: se abren micrófonos, cámaras y espacios a voces que perpetúan el machismo. Que revictimizan. Que justifican. Como si la tragedia fuera una oportunidad para reforzar prejuicios, culpar a la víctima, o vender más likes disfrazados de información.

Prensa sin brújula

La responsabilidad social de los medios no es una opción. Es una urgencia. Pero en tiempos donde todo parece medirse por clics y engagement, muchos han perdido el norte. Ya no hay editores que revisen enfoques, ni reporteros que se cuestionen. Hoy cualquiera publica, cualquiera opina, cualquiera sentencia.

Y no se trata de censura. Se trata de conciencia. De ética. De saber que informar no es solo decir lo que pasa, sino cómo se dice, a quién se le da voz, qué silencios se rompen y cuáles se perpetúan.

Es inconcebible que un medio dé espacio a familiares de una presunta agresora para lanzar frases machistas que justifican una tentativa de feminicidio. ¿Qué mensaje mandamos? ¿A quién protegemos? ¿Con qué derecho convertimos el dolor en entretenimiento?

La prensa debe ser un actor social con conciencia de género, con enfoque humanista, con capacidad de cuestionarse. No un amplificador de discursos de odio. No un tribunal sin pruebas. No un show barato.

¿Y la audiencia?

Pero no seamos ingenuos. El medio que lo publica es el medio que la audiencia consume. Si hay circo es porque hay quien paga la entrada. Si hay sangre en portada es porque hay ojos que la buscan. La responsabilidad no es unilateral. Es compartida.

El público tiene un poder inmenso: el de exigir, el de dejar de seguir, el de no compartir. Pero también el de educarse, el de cuestionar, el de formar criterio. A veces, los medios son el reflejo de una sociedad que aún no aprende a ver con empatía. Que aún no comprende que detrás de cada nota hay una persona, una historia, un dolor.

Por eso, más que nunca, urge formar comunicadores conscientes. Que no solo sepan redactar, sino pensar. Que comprendan que la ética no es un curso optativo, sino el alma del periodismo. Que entiendan que no hay libertad de expresión sin responsabilidad. Que informar no es solo relatar, sino construir realidad.

Una lección urgente

El caso de Ximena no debe quedarse en nota roja. Debe ser una lección. Para medios, para reporteros, para audiencias. Porque si la prensa no cambia, si los comunicadores no reflexionan, si el público no exige, seguiremos normalizando lo inaceptable.

La información es poder. Y ese poder debe usarse para dignificar, no para destruir. Para construir memoria, no para repetir errores. Para sanar, no para herir.

Y sí, la culpa la tenemos todos. Pero también la posibilidad de hacerlo mejor.

Cordial saludo.

Ximena, doblemente arrollada. La cobertura mediática la expuso a un segundo atropello: el de redes y medios sin ética, donde el machismo y la revictimización desplazaron la mirada humanista.
Ximena, doblemente arrollada. La cobertura mediática la expuso a un segundo atropello: el de redes y medios sin ética, donde el machismo y la revictimización desplazaron la mirada humanista.

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