El choque a golpes entre Gerardo Fernández Noroña y Alejandro “Alito” Moreno confirma la degradación del Congreso: insultos, manotazos y cero respeto por la ciudadanía.
TAROT POLÍTICO/Amet Samayoa Arce
La escena violenta ocurrida en la Cámara de Diputados federales no es más que la confirmación de que la política mexicana se ha convertido en un circo grotesco. El pleito entre Gerardo Fernández Noroña y Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, más allá de los insultos y manotazos, exhibe el verdadero rostro de quienes se dicen representantes populares. Muestran una clase política degradada, sin respeto por la tribuna y mucho menos por la ciudadanía. Que Noroña pierda los estribos no sorprende a nadie. El diputado petista siempre ha jugado el papel de agitador, a veces con razón, otras como simple espectáculo. Su estilo bronco, arrebatado y provocador no es nuevo. Sin embargo, lo verdaderamente repulsivo es la presencia de Alejandro Moreno, exgobernador de Campeche, líder de lo más pueril del residuo del PRI, hombre reciclado de todos los privilegios del sistema. Un parásito que desde sus años mozos en la dirigencia FJR priista ha sabido colgarse de todos los cargos, de todos los presupuestos y de todas las complicidades posibles.
Se perdió el respeto y la vergüenza
Alito no representa ya ni a su estado, ni a su partido, ni mucho menos al pueblo de México. Lo que encarna es la podredumbre de la política tradicional: negocios turbios, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y un cinismo tan descarado que raya en lo criminal. No es gratuito que la actual gobernadora de Campeche, Layda Sansores, haya exhibido semana tras semana un cúmulo de denuncias, grabaciones, audios y pruebas que, en cualquier país con justicia medianamente funcional, bastarían para verlo tras las rejas. Aquí, en cambio, todavía ocupa una curul y se atreve a reclamar respeto en un recinto que él mismo degrada con su sola presencia.
Como pleito de cantina
La escena violenta de ayer es un retrato perfecto: el exgobernador priista defendiendo su pellejo y su impunidad a gritos, mientras diputados de todas las siglas lo rodean como si se tratara de un pleito de cantina. Si no hay sanción, si no hay consecuencia alguna, lo que quedará demostrado es que ese es el hábitat natural de estos “legisladores”. Usted vio el escándalo, el manotazo, el insulto, la violencia verbal y física. Y lo peor es que no sienten vergüenza de la señal que mandan al pueblo de México. Porque más allá del chisme político, lo ocurrido en San Lázaro es un recordatorio de que nuestra democracia está secuestrada por personajes que no deberían ni pisar la Cámara, sino rendir cuentas ante un juez. Alito Moreno es la prueba viviente de cómo la impunidad engorda a los peores especímenes de la política. Mientras siga en libertad y con fuero, mientras siga gritando y gesticulando desde una curul, la promesa de renovación democrática seguirá siendo un mal chiste.
Tarot y Adivinanza
¿Será que la mano de la justicia se atreverá por fin a tocar al intocable de Campeche? ¿O seguiremos viendo cómo el corrupto “Alito” Moreno convierte al Congreso en su guarida, protegido por los pactos inconfesables de quienes temen que, si él cae, se derrumbe toda la cloaca? … servidos.
