Kathleen Bárbara Altúzar Galindo llegó al Indeporte con la institución en ruinas: sin presupuesto, sin rumbo y arrastrando el escándalo de acoso de su antecesor. Y en medio del descrédito, le estalló una polémica que ni siquiera era suya.
REALIDAD A SORBOS/Eric Ordóñez
Pobre Bárbara. En serio. No en tono burlón ni condescendiente, sino con una dosis de empatía y contexto: Kathleen Bárbara Altúzar Galindo recibió el Instituto del Deporte del Estado de Chiapas (Indeporte) en ruinas. No solo sin presupuesto ni rumbo, sino también marcado por el escándalo de acoso sexual que envolvió a su antecesor. La institución había dejado de importar; era irrelevante, gris, sin prestigio y sin dirección.
Y entonces vino esto.
Un evento que ni siquiera era suyo. La presentación del serial nacional México Imparable: Raíces de Agua, una estrategia federal que fusiona deporte e identidad cultural. La sede: Tabasco. La figura anfitriona: María Eugenia Culebro Pérez, secretaria de Turismo de Chiapas. Y Bárbara fue a acuerpar, como se dice en el lenguaje político: fue a mostrar respaldo, a acompañar. No era su foro. Pero como suele pasar en política, lo que era ajeno ahora le pertenece, porque el evento ya es suyo. O más bien, la polémica es suya.
Y tuvo que salir a dar la cara.
EL SILENCIO NO COMPONE NADA
Tres días después de que estalló la controversia por la exclusión simbólica y gestual de la ultramaratonista rarámuri Lorena Ramírez Nahueachi —relegada al extremo de las fotografías institucionales, sin contacto físico, sin protagonismo y sin lugar real en el discurso visual del evento—, Bárbara Altúzar rompió el silencio.
Difundió un comunicado público ofreciendo disculpas por los hechos y admitiendo que “pudieron lastimar el espíritu de inclusión y respeto que debe regir siempre en el deporte y la sociedad”. Con ese gesto, reconoció el error, dio un paso necesario, y desactivó, al menos parcialmente, la bomba. Lo hizo con decencia, aunque con retraso.
Mientras tanto, la que sí era anfitriona —la secretaria de Turismo de Chiapas, María Eugenia Culebro Pérez— no ha dicho nada. Ni un ‘tuit’. Ni una disculpa. Ni un pronunciamiento. A diferencia de su homóloga tabasqueña, Katia Ornelas Gil, quien sí ofreció disculpas públicas casi de inmediato, Culebro Pérez guardó silencio, como si el tema no le tocara, como si la foto no existiera, como si la dignidad de Lorena no importara
LA FORMA TAMBIÉN ES POLÍTICA
Y ahí radica el problema. En creer que las formas no importan. En asumir que una imagen es solo una pose. En pensar que inclusión es palabra y no cuerpo.
Lo que ocurrió en la presentación de México Imparable no fue una anécdota menor. Fue una lección de cómo no debe comunicarse la inclusión. Fue la muestra de que muchos funcionarios no entienden lo mínimo de comunicación no verbal ni de simbolismo institucional. Colocar a una mujer indígena, embajadora del evento, en el margen de la foto, sin contacto, sin voz, sin presencia visual… no es un descuido, es un reflejo de jerarquías no resueltas.
Por eso, en medio de esta tormenta, Bárbara Altúzar tuvo que dar un paso adelante. No para quedar bien, sino porque ella sí va a coordinar la estrategia en Chiapas. A partir de ahora, México Imparable estará bajo su cancha. Así que ya no puede ser espectadora. Ya no es solo “la del Indeporte”, ahora es la responsable de encabezar una estrategia que, en su esencia, debe ser profundamente inclusiva, ética y representativa.
COLOFÓN: LO QUE DEBE HACER TURISMO
Y mientras tanto, ¿dónde está la Secretaría de Turismo de Chiapas? ¿Por qué no dijo nada?
Querida María Eugenia Culebro Pérez, usted que se dice orgullosa chiapaneca y Secretaria de Turismo, recuerde: forma es fondo, y no solo pose. Porque si no lo entiende, entonces no solo excluyó a Lorena, también deshonró el espíritu de México Imparable. Y eso, no se maquilla con hashtags ni camisetas.
LOS DE SIEMPRE, ESPERANDO EL TROPIEZO
El caso de Bárbara también visibiliza algo que no debería existir en esta llamada Nueva ERA: los oportunistas de siempre, los que se agazapan en los pasillos esperando que una pieza caiga para abalanzarse sobre ella, no por convicción ni por compromiso, sino por ambición.
Qué bárbaro, los que aplauden en público pero intrigan en privado. Los que en lugar de defender el proyecto que dicen acompañar, lo sabotean con sus mezquindades. Esto, más que una anécdota institucional, revela una fisura política: ¿el grupo gobernante está verdaderamente comprometido con el proyecto de Eduardo Ramírez Aguilar o con sus propias agendas?
Cordial saludo.

