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El Zócalo se volvió eco de Palestina: una niña habló y el mundo la escuchó

10 de septiembre de 2025
in Opiniones
Durante su concierto en el Zócalo, René Pérez “Residente” subió al escenario a una familia refugiada palestina, entre ellos una joven llamada Alma.

Durante su concierto en el Zócalo, René Pérez “Residente” subió al escenario a una familia refugiada palestina, entre ellos una joven llamada Alma.

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Durante su concierto en el Zócalo, René Pérez “Residente” subió al escenario a una familia refugiada palestina, entre ellos una joven llamada Alma.

LO QUE NO SE NOMBRA, NO EXISTE/Gely Pacheco

El Zócalo de la Ciu­dad de México se convirtió, el sábado 6 de septiembre, en algo más que una plaza: fue un espejo de consciencias sacudi­do por las voces de una familia refugiada palestina. México se convirtió en una sola voz de resistencia y de ejemplo. René Pérez Joglar, nombre real de Residente, subió al escenario a una familia palestina, a una joven a la que llamaron Alma y a sus tres hermanos, obli­gándonos a nombrar lo evi­dente: Palestina. La multitud respondió al unísono con un grito visceral de “Palestina li­bre”, una chispa que encendió la empatía de 180 000 per­sonas reunidas, y que, por un instante, sacó a México de su ensimismamiento cotidiano.

Este es el poder del nom­brar: instalar una verdad en la esfera pública interna­cional. Mientras el mundo observa con lentitud ese ge­nocidio, ensimismados en nuestras rutinas, en nuestra economía de supervivencia diaria, el grito de una peque­ña joven ante una multitud nos recuerda lo que suele callarse: que la migración, el exilio, no son abstractos, sino historias de carne, voz, sufrimiento y llanto.

No es la primera vez que México acoge a quienes huyen en búsqueda de una vida dig­na. En las décadas pasadas, artistas, intelectuales y crea­dores llegaron desde Europa impulsados por guerras y re­presión: surrealistas republi­canos españoles, judíos perse­guidos o comunistas desterra­dos encontraron aquí refugio. La Galería de Arte Mexicano, bajo el impulso de visionarias como Inés Amor, fue crisol y puente de esa diáspora cultu­ral: artistas tan diversos como Gerardo Lizárraga, Gunther Gerzso o Kati Horna tejieron nuevas raíces en estas tierras .

Entre ellos, una figura cla­ve fue Leonora Carrington. Atormentada por la guerra civil española, la represión nazi y su encierro en un psi­quiátrico, llegó a México en busca de exilio y libertad. Aquí vivió más de sesenta años, convirtiéndose en ciudada­na mexicana y en un símbo­lo de creación y feminismo: diseñó el mural “El mundo mágico de los mayas”, y en los setenta, creó el cartel Mujeres Conciencia para la causa de la liberación femenina. Y qué decir de Tamara de Lempicka, Remedios Varo, Kati Horna, Fanny Rabel, Luis Buñuel, Eduardo James e incluso Cha­vela Vargas, por mencionar a algunos y algunas.

CUANDO EL GRITO FLORECE

Hoy, aquella joven de nombre Alma me hizo pen­sar que personifica esa histo­ria que no se nombra: heren­cia de dramas globales y de esperanzas que vuelan en el exilio. Su voz, frágil y poten­te, expone la brutalidad de la guerra lenta: niñeces mu­riendo de hambre mientras son bombardeados, familias desterradas sin espacio para existir.

Y a la vez reflexionó, qué importante sería, entonces, que el Estado mexicano no la soltara: que reconozca en ella no una historia de vic­timización, sino el perfil de una futura intelectual, una voz invaluable, una me­moria consciente. Porque si México alguna vez fue hogar de Leonora, de Kati, de tantos, ¿por qué no tam­bién de Alma? El país tiene la oportunidad de honrar su tradición de refugio y de po­tenciar nuevas historias no solamente de origen pales­tino, sino también de otras nacionalidades que podrían enriquecer una distinta cul­tura política, sensible y hu­manista.

Nombrar a quienes su­fren como existe es el primer paso para desmantelar la indiferencia. Si no nombra­mos el dolor, si no lo visibi­lizamos, se desvanece en la indiferencia del día a día. Por eso esa noche del sábado, en el corazón del Zócalo, resonó lo que no se nombra. Lo que se quiere ignorar. Y así debe seguir: nombrar, crear lazos, abrir refugios, imaginar fu­turos dignos para todas las personas.

vocesfeministas@gmail.com

Durante su concierto en el Zócalo, René Pérez “Residente” subió al escenario a una familia refugiada palestina, entre ellos una joven llamada Alma.
Durante su concierto en el Zócalo, René Pérez “Residente” subió al escenario a una familia refugiada palestina, entre ellos una joven llamada Alma.
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