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MÁS ALLÁ DEL DISCURSO

12 de septiembre de 2025
in MAS ALLA DEL DISCURSO, Opiniones
La zona forestal fue recategorizada por SEMARNAT como área estratégica.

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Resiliencia y biodiversidad ante los desastres naturales

Carlos Serrano /Ultimátum

Chiapas es un estado pri­vilegiado por su riqueza natural, pero al mismo tiempo altamente vulne­rable ante la fuerza de la naturaleza. Terremotos y lluvias extremas han marcado la historia reciente: en 1995, un fuerte sismo en la región de Vil­laflores y Ocozocoautla evidenció la fragilidad de nuestras construcciones; en 2005, el huracán Stan dejó miles de damnificados y destruyó infraestruc­tura carretera y dejó daños en 32 mil viviendas; en 2017, vivimos en carne propia los efectos del terremoto de magnitud 8.2 con epicentro en Piji­jiapan, lo que volvió a poner a prueba la fortaleza de nuestro pueblo; y este año, las lluvias ocurridas hace unos días en San Cristóbal de Las Casas y en Tapachula nos recordaron que hay una asignatura pendiente con nuestro medio ambiente y con el Cambio Cli­mático, que llegó para quedarse.

Son hechos dolorosos que no debemos olvidar. En los últimos 30 años, Chiapas ha sido un laboratorio de aprendizaje en materia de preven­ción y resiliencia. Hemos comproba­do que la memoria histórica de estos fenómenos no puede quedar solo en recuentos de tragedias, sino que debe convertirse en motor de acción para fortalecer a nuestras comunidades, para reducir riesgos y, sobre todo, para proteger lo más valioso, que es la vida de las personas.

Cada vez es más urgente que los tres órdenes de gobierno refuercen las acciones preventivas y convoquen a la sociedad civil, porque solo así se pueden sumar recursos, experiencia y compromiso para mitigar los efectos de los desastres naturales. En el caso de las lluvias, que año con año golpean con más fuerza debido al cambio cli­mático, el trabajo conjunto permite aminorar los daños a la infraestruc­tura y al patrimonio de las familias chiapanecas.

El gobernador Eduardo Ramírez Aguilar ha entendido la magnitud del desafío y no ha sido ajeno a esta rea­lidad. Desde el inicio de su gestión, colocó al medio ambiente y a la pro­tección civil como prioridades de su agenda. Una muestra clara es el pro­grama de restauración de microcuen­cas, que no solo previene desastres, sino que fortalece la conservación de nuestra biodiversidad. Este esfuerzo ha sumado voluntades y recursos, con el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum y con la reciente visita de la secretaria de Medio Ambiente, Ali­cia Bárcenas.

Juntos encabezaron acciones fun­damentales esta misma semana: la segunda sesión del Consejo Estatal de Restauración y Saneamiento de Microcuencas; el pago por servicios ambientales a comunidades para la conservación de más de 12 mil hectá­reas de la Selva Lacandona; y la confe­rencia magistral “México ante el Cam­bio Climático, rumbo a la COP30”, donde la funcionaria federal expuso la Estrategia Nacional contra el Cambio Climático y el compromiso de nuestro país de reducir en un 35% las emisio­nes de gases de efecto invernadero.

Estos hechos no son aislados, pues­to que forman parte de una política humanista y visionaria que entiende que cuidar la biodiversidad también es cuidar a la gente. La selva, los ríos, los bosques y las cuencas de Chiapas son el gran pulmón de México y de Latinoa­mérica; conservarlos es vital no solo para enfrentar el cambio climático, si­no también para reducir riesgos de de­sastres. Debemos pensar en el presente y futuro: una microcuenca restaurada retiene agua, controla escurrimientos y disminuye la fuerza destructiva de las lluvias; una comunidad que recibe pagos por servicios ambientales for­talece su economía mientras protege los recursos naturales; un estado que apuesta por la prevención, en lugar de reaccionar tras la tragedia, es un estado más resiliente.

El compromiso por la conserva­ción de nuestra biodiversidad es ma­yúsculo y Chiapas cumple un papel preponderante en este desafío global. Pero la responsabilidad no recae úni­camente en el gobierno estatal. El reto está en la participación de todos, desde los ayuntamientos que deben planear con responsabilidad el uso del suelo y los asentamientos –en donde por cierto el Congreso del Estado aprobó hace una semana solamente 92 planes municipales de desarrollo con obser­vaciones y los municipios de Sitalá y El porvenir no los presentaron-, hasta las comunidades que día a día conviven con el riesgo. Por ello, Eduardo Ra­mírez ha lanzado un llamado urgente a poner manos a la obra y no esperar a que ocurra un nuevo desastre.

La historia nos ha mostrado que los desastres naturales no distinguen fronteras ni colores políticos. Los sismos y las lluvias han cobrado vi­das, han destruido patrimonio y han golpeado duramente a Chiapas, pero también nos han enseñado la impor­tancia de trabajar unidos, de construir resiliencia y de entender que la biodi­versidad no es un lujo, sino una estra­tegia vital para nuestra supervivencia y protección.

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